CODEMA19-PRENSA16-EE.UU.-1898
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[margen superior manuscrito: Cheribon]
EFEMERIDES MALAGUEÑAS
LLEGADA DEL CHERIBON
El 13 de Noviembre de 1898
llegó a Málaga con repatriados el
vapor «Cheribon».
Dentro de algunos años yacerá en el ol-
vido uno de los recuerdos más dignos de
ponerse en cuenta para demostrar la ca-
ridad de Málaga, caridad que no sin ra-
zón se exterioriza en su escudo por otro
acto que, aun siendo meritorio, no llegó
a igualarse al que nuestra ciudad realizó
en los últimos meses del año de 1898.
Aristocracia, clase media y pueblo, mu-
jeres y hombres rivalizaron en generosi-
dad para dar albergue y consuelos a los
soldados que se repatriaban de Cuba, Puer-
to Rico y Filipinas.
Perdidas nuestras colonias, sin que sea
este lugar oportuno para arrojar culpas
que fueron de muchos, se hizo necesario
traer los restos de aquellos ejércitos diez-
mados por las enfermedades, heridos por
las balas enemigas y victimas de una
desgracia que el valor personal no pudo
vencer.
Málaga se asoció para recibir a los re-
patriados y llenariamos estas columna⁕
si fuésemos citando los nombres de todos
los que coadyuvaron a la benéfica obra. Pe-
ro hemos de confesar que el Gobierno es-
tuvo poco generoso al no alentar con me-
recidas recompensas aquellos actos de ab-
negación.
Las autoridades, en competencia, sin
miedo a los sacrificios, ni a las molestias
dieron ejemplo. Pero en primer término
merecen alabanzas los Socios de la Cruz
Rojas. Buscaron los donativos agenos des-
pués de estrujar sus bolsillos para hacer
los propios. En la estación del Ferroca-
rril, ayudados por el director de los An-
daluces Míster Detré, establecieron una sala
de curaciones, con médicos, practicantes
y enfermeras. La Junta de Damas, presidi-
da por aquella incansable dama, que se
llamó y llama, pues aun vive, doña Elisa
Gomez, viuda de Aubaredes, recibia a los
infelices enfermos, los asistia y visitaba
en los Hospitales y les proporcionaba so-
corros en metálico y en especie. La Junta
de caballeros, no menos activa, estaba
dirigida por el inolvidable don Lorenzo
Cendra. Muchos nombres podriamos citar
para bendecirlos, pero tenemos el miedo
a omitir algunos. Solo hemos de recordar
a aquel famoso Cubero que llevaba a los
sarnosos en sus brazos, al héroe de cari-
dad que meses después moria entre los
escombros del incendio del Conventico,
al realizar otra obra no menos humanita-
ria. ¡Y no hay ni una lápida ni una calle
que lo recuerde!
Cada dos o tres dias arribaba a nuestro
puerto un vapor lleno de enfermos y heri-
dos. Nos ocuparemos hoy de la llegada del
vapor francés «Cheribon».
Se verificó esta en la semana del 13 de
Noviembre de 1898.
Era un dia horrible. No cesaba de llover
y además la temperatura resultaba por lo
fria impropia de Málaga.
Dado el aviso de la llegada acudieron al
Muelle transversal las autoridades, la Cruz
Roja, con sus camillas y botiquines y sien-
do nota de color entre tanta tristeza, dis-
tinguidas damas de nuestra mejor sociedad
que desafiaban con sus energias al agua
y al frio. A bordo del «Cheribon» venian
no pocos jefes y oficiales de distintos
Cuerpos, 882 soldados y varias hermanas
de la Caridad, heroinas de la Asociación
de San Vicente de Paul.
Al subir los socios de la Cruz Roja al va-
por halláronse en presencia de cinco sol-
dados muertos y de numerosos enfermos
graves.
Se hicieron cargo, de acuerdo con los
médicos militares, de los cadáveres, que
fueron sepultados en nuestro Cementerio
y de los enfermos que llevaron al Hospi-
tal Militar, al improvisado de Capuchinos
y otros, unos en camillas y otros en co-
ches.
Justo es consignar que el gremio de
cocheros, habia puesto los coches a la dis-
posición de la Cruz Roja y era de ver la
caridad con que todos, con su presidente
a la cabeza, auxiliaban a los repatriados,
disputándose el dar más viajes ⁕nos que
otros y ayudándolos a subir y bajar de los
vehiculos. Confesaremos que desde aque-
llos dias ese gremio merece todas nues-
tras simpatias.
Los soldados que no estaban enfermos,
que eran pocos, y los leves, fueron trasla-
dados al Cuartel que se estableció en la
Malagueta, en el local que antes fué fábri-
ca de azucar.
A algunos oficiales se los llevaron a ca-
sas particulares.
Desde el Muelle a los Hospitales se for-
mó un cordón de gente, más o menos nu-
trido, según los sitios, que dirigia pala-
bras cariñosas a los enfermos y no esca-
seaba sus elogios para la Cruz Roja. Mu-
chas personas, pedian les dejasen llevar
a sus casas a los heridos.
Cuando el vapor quedó desalojado se
quemaron las colchonetas que traia, en el
mismo Muelle.
NARCISO DIAZ DE ESCOVAR.
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