CODEMA19-LAAMEN-184445-3

CODEMA19-LAAMEN-184445-3

ResumenNúmero 8 de "La Amenidad. Periódico semanal de literatura, modas y teatros"
ArchivoUniversity of Connecticut
TypologyOtros
Fecha22/12/1844
LugarMálaga
ProvinciaMálaga
PaísEspaña

Javascript seems to be turned off, or there was a communication error. Turn on Javascript for more display options.

[margen superior: NÚMERO 8. 22 DE DICIEMBRE DE 1844.] LA AMENIDAD. PERIODICO SEMANAL DE LITERATURA, MODAS Y TEATROS. No se admiten suscriciones á este periódico, sino en union con El Indispensable. Puede verse cualquiera de sus números para saber las condiciones, precio, notables ventajas que se conceden etcétera. DOS PALABRAS SOBRE LA VERDAD. Qué es la ver- dad? La res- puesta parece poco difícil. Llamamos ver dad á lo que ecsiste; falso á lo que no ec- siste. Nada de lo que ecsiste es falso: nada de lo que no ecsiste es verdadero. ¿Ecsisti- ria el error si el espíritu humano fuese me- nos ávido de la verdad? Indiferente hácia ella permaneceria siempre en su ignorancia: si se estravia es buscando la verdad; si se engaña es porque quiere conocerla. El error, por solo, proclama la ecsistencia de la ver- dad. Si lo falso llega á seducirnos es porque se oculta en la sombra de la verdad. La vero- similitud es un homenaje que la mentira tri- buta á la verdad. El ardor con que el hombre busca la verdad no es efecto de un ciego y estéril instinto; esto, , de las estrechas relacio- nes que ecsisten entre la naturaleza de la verdad y la naturaleza del hombre. Toda la felicidad, toda la grandeza del hombre, se fundan en la verdad. Qué es la libertad? La verdad en las ins- tituciones. Qué es la justicia? La verdad en las leyes y en sus órganos. Qué es la relijion, esta relijion pura y santa, que no alteran las supersticiones, y que solo derrama sobre la tierra consuelos y beneficios? La verdad en las creencias. Qué es la filosofía? La investigacion de la verdad. Qué son las ciencias? Colecciones de ver- dades, ó de métodos para buscar la verdad. Qué la elocuencia? La espresion enérji- ca de la verdad. Qué son las bellas artes, este lujo en- cantador de la vida y de la civilizacion? La imitacion de la verdad. Justicia, relijion, libertad, sabiduria, ciencia, jenio: tal es el cortejo de la verdad. Homero, Sócrates, Newton, L'Hòpital, Cer- vantes, Franklin: la gloría de estos hombres reposa sobre la verdad. EPÍGRAMAS. ¿Cómo es que arrastran encaje, tisú, raso y terciopelo mujeres de poco pelo y asaz humilde linaje? No lo entiendo ¡voto á tal! cierto médico decia.- ¡El buen hombre nunca habria visitado un hospital! G. Aseguran que me caso, aunque tengo ya cumplidos once lustros. Los maridos de esta edad salen del paso? V. P. Y. UN ERROR. Novela orijinal. (Conclusion.) Esta inesperada contestacion en la boca de Arturo produjo un efecto indescribible en el corazon de Elena, que se hallaba com- batido por diferentes sensaciones: por un la- do, el interes que le inspiraba la desgracia- da suerte de aquel jóven, á quien desde el primer momento que le vió se sentia se- cretamente obligada por un poder sobrena- tural; por otro, el recelo de que pudiese ser uno de esos muchos jóvenes, que bajo la máscara del infortunio ocultan un corazon depravado, un corazon dotado de esa refina- da hipocresía, que fascina con su lengua- je; y por otro, en fin, el rubor tan natural y tan inherente á su secso, la movieron á guardar misterioso silencio; mas Arturo in- terpretándole del modo que mejor convenia á su deseo, esclamó: - ¡Veo que no me engaña mi corazon, Elena!.... Hubiera proseguido sin duda al- guna, á no haberle interrumpido mi presen- cia, pues juzgando yo que sabia ya lo sufi- ciente, creí á propósito cortar la conversa- cion, resolviendo vivir prevenido en adelante, y observar escrupulosamente la conducta de mi huésped. Delicada es por demas la posicion de un padre, que tiene que responder á la sociedad y al Eterno del comportamiento de una hija de pocos años, sin tener una esposa que le ayude en la dificil tarea de mantener ileso su honor; su honor, ese diáfano cristal que tan fácilmente se ve empañado por el hálito del hombre, no bastando nada a devolverle su primitiva brillantez. Ambos jóvenes quedaron inmóviles á mi llegada, turbados y fijos los ojos en el suelo; y despues de un corto silencio, en que no sabia que admirar mas, si el respetuoso con- tinente de Arturo, ó el atemorizado aspecto de Elena, recobrando el primero su sereni- dad, aunque no tanto que no dejase conocer á mi esperiencia y paternal interes la zozo- bra que reinaba en su pecho, me dijo: Estrañaréis sin duda encontrarme en es- te sitio, y á solas con vuestra hija; mas es- pero que os dignaréis dispensarme la liber- tad que me he tomado de detenerla un mo- mento con preguntas, tal vez molestas, y á las cuales sin embargo se ha dignado con- testar con su amabilidad sin límites. Nada mas natural que el que un foras- tero haga preguntas á los hijos del pais, le contesté yo; pero con cierto tono que no de- bió ser muy de su agrado, pues á poco se apartó de nosotros, aunque despidiéndose con aquella finura, que es tan propia de los que reciben una buena educacion. Mi hija por su parte, sin osar dirijirme una mirada, se retiró á su cuarto, dejándo- me solo y sumerjido en un laberinto de con- fusas reflecsiones. A pesar de la manifestacion que me hizo Arturo en la noche de su llegada de bus- car hospedaje para el siguiente dia, pasó es- te y otros varios, sin que llegase á ponerlo en práctica, y yo no me atreví á insinuárse- lo, ni aun indirectamente. Al fin, despues de transcurrido algun tiempo, recibió órden de sus jefes para que pasase á la frontera de Valencia á llevar unos pliegos, y hasta en- tonces no me convencí del estremado amor que le profesaba mi adorada Elena, ni de las hondas raices que habia echado en mi cora- zon el afecto que yo mismo le tenia; afecto que, segun os llevo manifestado, le sentí des- de nuestra primera entrevista, y que despues con el continuo trato habia crecido mas y mas. Hallábame en mi despacho pensando en los medios de que podria servirme para ami- norar el sentimiento de mi hija, cuando vi entrar á Arturo, ya dispuesto para el viaje; y adivinando sin duda lo que en mi interior pasaba, me dijo: la amistad que os dignais dispensar- me y no desconozco el disgusto que os cau- sa mi repentina marcha; pero el cielo lo ordena asi, y es preciso obedecer. No me ar- redran ni intimidan los riesgos que tendré que correr al atravesar el campo enemigo, ni la estremada vijilancia de los españoles en los reinos de Murcia y Valencia; empero á la sola idea de abandonar, tal vez para siem- pre, al único ser que me hace soportable la vida, al único ser que amo en este mundo, puesto que mi madre ya no ecsite, se que- branta todo mi valor y me faltan fuerzas pa- ra apartarme de vuestra casa, porque este ser amado es vuestra hija, la encantadora Ele- na. Bien podeis haberlo conocido, y espero que no creeréis mi pasion transitoria, que no la juzgaréis como una de esas ilusorias lla- maradas, que á manera de los fuegos fátuos, deslumbran con su primera impresion, para hacernos despues mas insoportable y horro- rosa la oscuridad en que nos dejan á su desa- paricion. No: la llama que en mi pecho arde es pura como los ánjeles, é inestinguible como el poder del Eterno. Mis honores, mis digni- dades y mi posicion social, las sabeis tan bien como yo mismo. Mi nacimiento..... mi naci- miento! repitió con un acento capaz de in- teresar al hombre mas insensible, es un se- creto, al cual no me atrevo yo mismo á lle- gar; pero en fin, si tal como soy, me con- ceptuais digno de la mano de vuestra hija, vuelo á los campos de Valencia en alas del deber, para volver á cubrirme con las del amor. Me preparaba á responder á tan inespe- rada propuesta, cuando apareció en la puer- ta del despacho mi Elena, pálida la frente, lívidas sus mejillas y marcado en todo su ros- tro el sentimiento de la ausencia de Arturo y la ansiedad de saber el resultado de su peti- cion. Al verla en tal estado todas mis dudas desaparecieron, y no vacilé en complacerla, aun cuando para ello hubiese tenido que re- nunciar á todos los goces de mi vida: pro- curé, pues, tranquilizarla, haciéndole presen- te los deberes del honor militar, y convinimos en que á su regreso de Valencia se celebra- ria el matrimonio. Los dos amantes viéronse obligados á apartarse el uno del otro, y no sin haber antes manifestado la angustia que á entrambos animara con sentidas lágrimas que vertieron sus ojos; y sellando con un estrecho abrazo la solemne promesa de amar- se eternamente, partió el militar para donde su obligacion le llamaba. IV. CATÁSTROFE. Despues de dos meses de ausencia, en que no habia correo; en que los dos aman- tes no se participasen en las espresivas cartas el afecto que los dominaba, vi un dia entrar á mi Elena en mi despacho, pintada en su ros- tro las mas viva alegría. - ¿Cuál es, hija mia, le pregunté, la cau- sa del escesivo gozo que en ti noto? Cuál quereis que sea, papá mio?... Ay! le quiero tanto! Pero, de quién hablas? No lo adivinais? - De Arturo sin duda? , de mi Arturo. Y bien, qué le ha sucedido? Has teni- nido indudablemente carta suya? No habia acabado de pronunciar estas pa- labras, cuando ruido de caballos, que se detenian á la puerta de casa. Elena no pu- do resistir el impulso de su corazon: corrió á la escalera, y cuando yo salí en su segui- miento, la encontré ya desmayada en los brazos de Arturo, quien la apretaba apasio- nadamente contra su corazon. Vuelta en , la condujimos á su cuarto, y para evitar yo que en lo sucesivo se reprodujese otra se- paracion, que tan dolorosa habia sido á la hi- ja de mi alma, propuse á Arturo que el ma- trimonio se celebrase lo mas antes que fuera posible: la respuesta de este fué presentarme la real licencia, que habia ya obtenido, y de- mas documentos necesarios al efecto; y en- tonces concertamos el que tuviese lugar den- tro de tres dias, y en el oratorio de aquella casa de campo, que veis en la cumbre de esa roca escarpada, y que me pertenece..... Al llegar aquí, el anciano no pudo con- tener una abrasadora lagrima que se escapó de sus ojos, promovida sin duda por algun horroroso recuerdo; mas yo viendo á poco á recobrar aquella tranquilidad, que solo es producida en las almas relijiosas por la con- formidad con los decretos del Altisimo, pro- siguió diciendo: Llegado que fué el dia designado, y dis- puesto de antemano todo lo necesario á la nupcial ceremonia, nos trasladamos á la gran- ja, acompañados de algunos pocos, pero ver- daderos amigos, reinando en todos los corazones la mas franca y cordial alegría. Interin se revestia el eclesiástico, que ha- biamos traido con nosotros, de los orna- mentos sacerdotales, Arturo y Elena toma- ron asiento á poca distancia de , debajo de un frondoso emparrado, que como podeis descubrir desde aquí, adorna la fachada de la casa, y que entablaban el siguiente diá- logo: Por fin, Elena mia, se ha dignado el piadoso cielo oir mis súplicas, y por fin, me va á hacer dueño de tu mano, de esa mano ado- rada, sin cuya posesion no podria ya vivir. , Arturo amado: aunque desde que te vi es tuyo el corazon de tu Elena, no habia autorizado esta cesion el Sumo Hacedor; pe- ro de hoy mas, nadie podrá oponerse, ni mo- tejar esa llama pura y santa que arde en mi pecho, y que ni aun la misma muerte podrá apagar. Oh! , hermosa mia! tu jenerosidad y la de tu padre no ha tenido límites para , y hasta ha llegado al estremo de respetar el secreto de mi nacimiento y consentir en la union de nuestras almas, sin que halla ser- vido de óbice lo que otros habrian conside- rado como mancilla; empero no cumpliera yo con el deber que me impone el recono- cimiento, si retardara por mas tiempo ha- certe partícipe de este secreto. Dicho esto, sacó un medallon, que con- tenia un retrato, y llevándole apasionada- menta á sus labios esclamó: Perdona, ó madre mia, si voy á descu- brir el misterio de mi nacimiento, misterio que revela tu deshonra; pero..... Ah! con qué ese es el retrato de tu ma- dre? dijo Elena: dámele; quiero verle, quie- ro conocer á la que mi Arturo debe la ecsis- tencia. Y así diciendo, tomó el medallon de ma- nos de su amante, y púsose á contemplarle. Oh! es muy hermosa! tan hermosa co- mo mi Arturo! Y con aquel aturdimiento, tan propio de sus cortos años, corrió hácia gritando: Mirad, papá, mirad el retrado de la ma- dre de Arturo. Tomé yo en mis manos el fatal medallon; pero juzgad de mi sorpresa, cuando al fijar en él mis ojos, reconocí que aquellas faccio- nes eran las de la desgraciada Rita; las de la temprana flor que yo marchité, siendo por consiguiente fruto de nuestro clandestino amor el infortunado Arturo. Al ver Elena la dolorosa impresion que en habia producido la vista del retrato, me preguntó con ternura: Papá, has conocido acaso á esa señora? Al propio tiempo, y cuando no sabia qué respuesta dar á aquella pregunta, vinieron á avisarnos que ya el sacerdote esperaba al pie del altar; y entonces fuera de , ena- jenado, frenético, esclamé con voz solemne: - ¡Apáguese la nupcial antorcha, porque el casamiento no puede efectuarse! Elena, Arturo es tu hermano!!! Y dicho esto, caí anonadado sobre un banco de piedra. Al oir mi hija tan infausta nueva, y per- dida la razon sin duda, se despeñó desde lo alto de la roca, viniendo á dar con su ec- sánime y mutilado cuerpo al pie de ese ála- mo, fiel testigo de que no ha pasado un so- lo dia, sin que su desventurado padre haya venido á dirijir sus plegarias al Eterno por el descanso de su alma. Dos rios de lágrimas vinieron á terminar la relacion del anciano. Y Arturo? le pregunté yo, luego que se hubo serenado algun tanto, deseando sa- ber, como lo deseará tal vez el lector, qué habia sido de él. Pocos dias despues de la fatal catástro- fe, me dijo, supe que se habia hecho á la vela en el puerto de Málaga, á bordo del bergantin ingles Fanny, con direccion á Nueva York, pero por mas que he procurado averiguarlo, no he vuelto á tener noticias, ni del buque, ni de mi desgraciado hijo. Málaga: diciembre de 1844. T. S. y C. A MI AMIGO DON CEFERINO SERRANO. Mi jénio. Aunque yo para poeta necesito mas injenio, salga pata ó gallareta, Ceferino, ahí va MI JENIO en quintilla y en cuarteta; Que al ver á mi patria hoy toda llena de escritores, buenos, malos y peores, yo tambien á escribir voy. Y pues que cifro mi orgullo no por esto te me enfades, ni lo tomes á barullo-, en decir varias verdades del famoso Pero Grullo; Te diré en primer lugar: como, bebo y me paseo, porque no tengo deseo de morir por no tragar. Me gusta lo positivo, y por lo mismo prefiero en grado superlativo jamon y pavo al carnero, porque tengo mi motivo; Y si alguna vez me fijo en perdices ó conejos, como no sean añejos, los conejos siempre elijo. Vivo casi independiente sin perrito que me ladre, pues dependo solamente de mi padre y de mi madre, por razon muy convincente: Duermo, si sueño me da; y sinó, me estoy despierto. Cuando vivo, no estoy muerto: si estoy bueno, bien me está. Siempre he sido porfiado, y cuando llevo razon, sostengo todo altercado con bastante corazon, salga bien ó mal parado: Que aunque con nadie me meto, en metiéndose conmigo, vive Dios! mi caro amigo, no es posible estarme quieto. Y solamente esceptuo á todo necio pedante, que á este pobre conceptuo sinónimo á rocinante, con quien puede hacer el duo; Pues está claro y sabido, y lo tengo por muy cierto, que «predicar en desierto es siempre sermon perdido.» Sobremanera detesto á todo el hombre que adula, y con cualquiera pretesto el alma se congratula del que á oirle está dispuesto; Que yo, caro Ceferino, me llevo de aquel refran, que todos, cual , sabrán: «el pan pan, y el vino vino.» Jamas quiero un imposible, pues saco por consecuencia que no es empresa factible; solo quiero la evidencia, porque siempre es infalible. Y segun mi parecer por jamas he preferido á «lo bueno conocido lo malo por conocer.» Soy en estremo verídico, y no temo que de clásico clasifiqueme algun crítico, si prefiero lo dramático y lo cómico á lo lírico. Que en materia de opiniones cada cual tiene la suya, como tendrás la tuya-, y con ella sus razones. Me dirán: «que la Cristina es artista de gran fama, que su voz es peregrina, y todo un pueblo la aclama si canta una cavatina.» No lo niego; mas, Serrano, yo no entiendo el mi, fa, sol, aunque he nacido español y desciendo de italiano. Estoy dado á Belzebú cuando veo á tanto mono, que porque llevan surtú, se dan importancia y tono si saber qué cosa es u. Pues no tengo yo paciencia para haberles de otorgar «que aquel que nació pelgar quiera ser una escelencia.» Mucho te diria en suma de estos entes, que de jergas vestir deben; mas me abruma el no tener de Villergas la agudeza, sal y pluma. Que sinó, ¡voto á mil chápiros! les zurrara la badana y escardárales la lana á esta clase de gaznápiros. Ni tengo por norma á muchos que van á escuchar «la Norma,» sin estar en canto duchos, pues pierden de hombres la forma, y se vuelven avechuchos; Porque luego van saliendo del teatro gorjeando, -equivócome-, graznando, ó con perros compitiendo. No me gusta ir á la moda como algunos que he notado, que fundan su ciencia toda en vestirse..... de fiado; que esto á mi no me acomoda, Porque no quiero encontrarme en la calle á un acreedor que me diga: «¿Salvador, cuando piensa Vsted pagarme?» En los lances de Cupido, verás que cosa tan rara-, por ninguna me decido, si no tiene hermosa cara y lleva un dote crecido: Pues en el siglo presente, en que tanto el lujo abunda, solo admito la coyunda en habiendo continjente. Es muy santo, bueno y justo que aquel que tiene doblones, aunque ya se halle vetusto, se meta en obligaciones con mujer que es de su gusto; Pero mucho á me agovia que si faltan menesteres, habiendo tantas mujeres se busque pobre á la novia. Algo mas yo te escribiera á MI JENIO concerniente; pero ya me desespera fastidiar tanto al leyente con mi musa chocarrera. Dejo, pues, aquí suspensa la descripcion de MI JENIO. que tienes mas injenio, la del tuyo harás estensa, Mientras que mi humor esparzo; y esperando que al efecto me escribas antes de marzo, me repito de ti afecto y amigo Salvador Barzo. En Málaga y fecha veinte de este mes y año corriente. MODAS DE PARIS. PARA SEÑORA. Para el par- des- sus de se ñora de que hemos hecho mencion en números anteriores, la es- palda no debe tener cos- tura alguna en su parte media, y puede de con- siguiente dejarse el patron en línea recta, colocándo- le sobre el pliegue del - nero. De esta manera pue- de hacerse mas largo, lo que es muy importante, pues muchas se quejan de que no es bastante ca- liente para ciertos dias de invierno. Se ha inventado tambien para las señoras un pardessus de otra especie, ó mas bien una nueva manteleta ó camail en tres piezas, con una costura en cada hombro. En la parte la- teral-anterior hay una apertura para pasar el brazo, á la que se adapta el estremo de una manga, que puede meterse dentro si se quie- re. Este camail es de seda, de terciopelo ó merino. PARA CABALLERO. La época actual no ofrece grandes nove- dades en los trajes que corresponden á caba- lleros; sin embargo, transmitirémos algunos, aunque cortos detalles, que podrán por si so- los informar á nuestros elegantes de los usos que trae consigo el invierno presente. Despues de algunos años que seguimos con fastidio continuas repeticiones, advertidas en algunas poco variadas formas de gabanes y sobretodos, vemos por fin en la presente época dos innovaciones, cuya utilidad nos pa- rece desacertado rehusar. En primer lugar el jiboun, especie de sa- co jermánico, parece destinado á reemplazar los tuveeds, los paletots y toda clase de abri- gos esteriores antiguos y modernos. Compite con este una especie de túnica que nos re- cuerda la edad media, porque de ella pa- rece mas bien un resto, que creacion de nuestros tiempos. Se usan estas, sin escep- cion, con una capucha pequeña que cae gra- ciosamente sobre la espalda; tienen una aber- tura por el lado y son bastante anchas. Pero si hemos de rendir homenaje al gran tono; si hemos de tributar el culto debido al traje adoptado por las personas que siem- pre marchan al frente de la moda, necesa- riamente habrémos de volver á los tweeds y sobretodos. Los primeros por la comodidad de su hechura son recomendables. El sobretodo, lo mismo que el redingote de invierno, es mucho mas de sociedad, mas ajustado al talle, y por consecuencia menos cómodo: su corte holgado y airoso le da un carácter particular de distincion y elegan- cia, del cual por la misma causa participan igualmente los trajes de rigurosa etiqueta. Los chalecos se subdividen en tres clases diversas. Llévanse con una hilera de botones, colocada sobre el centro del pecho, de se- da ó de piqué bordado. Vénse tambien de- rechos y abrochados hasta arriba, en los cua- les jeneralmente se emplean telas rayadas; y por último siguen en boga los chalecos con solapas, en los que se usan los elegantes ter- ciopelos y vistosas cachemiras. Los pantalones se resienten de mil varia- ciones á la vez, sobre las cuales domina el corte ancho cubriendo la parte inferior del pié cuanto sea posible, y cayendo sobre es- te la costura que debe rematar casi en su centro. Los de sociedad son mas estrechos y conservan la misma forma que se usa comun- mente de dos ó tres años á esta parte. RAMILLETE. Necrolojía. Ha fallecido en la corte el dia 7 del presente mes, á la temprana edad de 24 años, la señorita doña Ana Forner, nieta de nuestro célebre literato el señor don Juan Pablo Forner: su talento despe- jado, su bellísimo trato y sus inestimables cualidades, la hacian apreciable á los ojos de todos los que tuvieron el gusto de tratarla. Dotada de un talento poco comun para la poesía, ha dejado algunas bellísimas compo- siciones, que en vano sus muchos amigos intentaron publicar; su demasiada modestia no lo permitió jamas. aqui una prueba, aunque débil é im- perfecta, de su feliz disposicion. DESPEDIDA. A DOLORES. Soneto. Huye de la ingrata y desdeñosa, Su rostro muestra de placer radiante, Y en la luz de sus ojos tan brillante Ni una mirada veo cariñosa. La aurora bella que te vió amorosa Se ocultó para , y en mi tormento Lloro la ingratitud, lloro el momento de una separacion tan dolorosa. Oh! anjélica mujer, de mi vida Detienes la carrera, y presurosa La siembras toda de dolor y espanto. Gózate, hermosa, , en ser tan querida Del que es feliz, que yo en noche angustiosa Triste sepultaré mi amargo llanto. Otras varias composiciones ecsisten, que sus amigos procurarán recojer, con el fin de que el público no carezca de su lectura, úni- co tributo, que lleno el corazon de amargu- ra podemos ofrecerle. Grabados de la biblioteca de paris. En la coleccion de grabados de la bibliote- ca real de Paris ecsisten 980,516 estampas; 1,805 obras de Rembradt, y 2,498 de Callot. La coleccion de retratos contiene 90,565. Ecsisten 300 retratos diferentes de Enrique IV y 10 parecidos, 433 de Napoleon, 531 de Luis XIV. La division consagrada á los tra- jes de todas las épocas y de todos los pai- ses, contiene 36,973 piezas, de las cuales 11,991 pertenecen á Francia. Las estampas históricas suben á 24,118 y de estas 14,387 son relativas á la historia de Francia. La señorita de Cabrero, bien conocida ya del mundo filarmónico, está escribiendo una ópera, cuyo libreto pertenece al señor Romero Larrañaga. La señorita de Avellaneda escribe tambien en la actualidad una trajedia titulada Ejilo- na, destinada al beneficio de doña Bárbara Lamadrid. Debe instalarse en breve en Madrid la jun- ta superior de la Academia Real filarmonica bajo la presidencia de Su Alteza Real el infante don Francisco. [margen inferior: TEATRO. Hoy, á las tres y media de la tarde, la comedia, en cuatro actos, titula- da: El corsario Jorje Monver, manchegas y el sainete denominado: Las figuras de movimiento. En esta funcion se efectuarán los aguinaldos de Pascua en los términos que el año pasado. A las siete y media de la noche, la comedia nueva en cuatro actos, deno- minada: Los partidos, boleras y la pieza intitulada: Un quinto y un párvulo. MALAGA: 1844.=Imprenta de los Señores Cabrera y Laffore, editores.]

Descargar XMLDescargar texto