CODEMA19-LACAR-186162-2

CODEMA19-LACAR-186162-2

ResumenNúmero 13 de "La Caridad. Semanario de ciencias, literatura, teatros, costumbres y modas"
ArchivoHemeroteca Municipal de Madrid
TypologyOtros
Fecha24/11/1861
LugarMálaga
ProvinciaMálaga
PaísEspaña

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[margen superior: NUMERO 13. DOMINGO 24 DE NOVIEMBRE. 1861.] LA CARIDAD. SEMANARIO DE CIENCIAS, LITERATURA, TEATROS, COSTUMBRES Y MODAS. Los productos líquidos de este Semanario se entregarán al Excelentísimo é Ilustrísimo Señor Obispo de la Diócesis, para su distribucion entre los Establecimientos de Beneficencia de esta capital. SUMARIO. Lista de las Señoras y Señoritas que componen la Comision propagadora de LA CARIDAD. La Caridad base de la civilizacion, por Don Juan Nepomuceno Blasco. Continuacion. La hija de O'taiti. Poesia por J. B. y C. La mano de nieve. Novela. Continuacion. Barquerola, por J. M. del C. Al ponerse el sol, por A. de Z. Revista á la ligera. Aduladores. Modas; descripcion de los figurines. Solucion á la charada del número anterior. LISTA POR RIGUROSO ORDEN ALFABETICO DE LAS SEÑORAS Y SEÑORITAS QUE COMPONEN LA COMISION DE FOMENTO DE SUSCRICION Á LA CARIDAD, Semanario dedicado á la Beneficencia de Málaga y Provincia. Ahumada (Señora Da Teresa). Berges de Guerola (Excelentísima Señora Da Cármen). Crooke de Loring (Señora Da Rafaela). Heredia de Loring (Señora Da Amalia, Mar- quesa de Casa-Loring). Loring de Delius (Señora Da Maria). Milla de Diaz Zafra (Señora Da Cármen). Monzalvez (Señora Da Concepcion, Marquesa de Camponuevo). Ordoñez de Roose (Señora Da Antonia). Pizarro (Señora Da Maria del Cármen, Con- desa de las Navas). Quirós de Freüller (Señora Da Maria del Cár- men, Marquesa de la Paniega). Remires de Bessieres (Excelentísima Señora Da Ma- riana). Alvarez (Señorita Da Matilde). Arzu (Señorita Da Ana). Bolin (Señorita Da Teresa). Bruna (Señorita Da Concepcion). Cámara (Señorita Da Leonor). Clemens (Señorita Da Elena). Ferrer (Señorita Da Clara). Gabrieli (Señorita Da Maria). Gordon (Señorita Da Maria). Guerola (Señorita Da Élia). Hernandez (Señorita Da Sofía). Isern (Señorita Da Paulina). Laá (Señorita Da Joaquina). Laffore (Señorita Da Dolores). Lopez (Señorita Da Elena). Lopez Dominguez (Señorita Da Isabel). Ordoñez (Señorita Da Elisa). Orueta (Señorita Da Maria). Pareja (Señorita Da Luisa). Pettersen (Señorita Da Enriqueta). Rando (Señorita Da Francisca). Scholtz (Señorita Da Clementina). Sostoa (Señorita Da Concepcion). Tovilla (Señorita Da Francisca de la). Torriglia (Señorita Da Manuela). Viana Cárdenas (Señorita Da Concepcion). Zulueta (Señorita Da Julia de). Si bien cada una de las Señoras y Señoritas que componen la Comision, habrá complido la cari- tativa mision que se impusieron al aceptar tan piadoso encargo, no podemos resistir al deseo de señalar á la consideracion de todas la incansa- ble actividad y esmerado empeño que han tenido algunas en reclutar, (permitásenos la espresion) numerosos suscritores cuyas listas autógrafas se han dignado ellas mismas dirigir oportunamente á la Direccion del Semanario y la proteccion al pensamiento de «LA CARIDAD» ha sido tal en una de estas Señoritas que hasta se ha cons- tituido responsable al pago constante por todos sus suscritos. Nosotros al tributar un homenaje público de gratitud al noble celo de la Comision por cuan- to ha hecho, debemos una vez mas instarla á redoblar sus esfuerzos en beneficio de los nece- sitados para quienes únicamente son los produc- tos de nuestro costante trabajo. Y si lográsemos que en la Sociedad Malagueña se considerára la suscricion á «LA CARIDAD» un casi deber de toda persona de corazon sen- sible y cristiano, de seguro que nuestro fin se ve- ria coronado y cumplido nuestro propósito que no es otro que el de la Caridad que alimenta al necesitado moral y físicamente. LA CARIDAD, BASE DE LA CIVILIZACION. (CONTINUACION.) Y si bien esta violacion de las leyes de la na- turaleza y de la equidad, unida á los aconte- cimientos políticos, varian pronto tal estado de cosas, sobrevienen nuevos vicios, de esos que, bajo el aparente barniz de una deslumbradora civilizacion, son los mas ocasionados á corrom- per las costumbres públicas, y precursores infa- libles de la miseria y de la degradacion social. La aficion al lujo es una conquista que los hi- jos de Rómulo, vencedores en todas partes, im- portan en la metrópoli del mundo civilizado, y que se ha de convertir en una fiebre devorado- ra, auxiliar poderoso de la corrupcion universal. Las mugeres son las iniciadoras de esta nueva era de escandaloso desórden, «no bastando las riquezas de todas las naciones saquadas por sus esposos, para engalanar sus personas y decorar sus habitaciones.» Son harto significativas las palabras de Plutarco á este propósito; el decoro se resiste á estamparlas. Lo cierto es que el ce- libato abre ancha via á los placeres fáciles de la disolucion, como si quisiera vengarse de la vergüenza y deshonor que mancillaba de contí- nuo la frente de los que no le abrazaban; que el divorcio se multiplica de un modo escandaloso por las causas mas frívolas; que los personajes mas notables, hasta el casto Pompeyo y el sesudo Ciceron, apelan á él; que el libertinaje se decla- ra abiertamente contra la institucion divina y el fin del matrimonio, produciendo tan abominable desórden el mas horrible decremento de la po- blacion: de aquí las famosas leyes Julia-Poppca y Papia-Poppea. ¡Envidiable civilizacion por cierto! Todo el poder de Augusto no alcanza á con- tener el mal. ¿Y cómo habia de contenerlo, apar- te los vicios personales del atrevido reformador, si ya estaban enteramente frios los sentimientos de afecto recíproco, que forman el encanto de la vida, algunas veces el consuelo del fuerte y siem- pre el apoyo del débil? ¡Si ya no existía el amor de los hombres entre ! Y cuenta que esta era la situacion general del género humano, hasta que descendiera á habitar entre los hijos de los hombres el hijo del Eterno, declarando tener sus delicias en el trato con ellos y demostrándoles por medio del mas sublime ejemplo todo el col- mo de su ardiente caridad. Roma era el retrato de todos los pueblos, tanto al oriente como al occidente; su accion influia en todas partes; su historia no puede dejar de ser la misma. Pero aproximémonos mas á nuestros dias, en los cuales precisamente se ha de conocer la obra natural del tiempo, supuesto que progresando de contínuo la humanidad, los adelantos de una época deben ser el punto de partida de otra mas ilustrada, mas floreciente, mas civilizada. No ha- gamos mencion especial de pueblo alguno: exa- minemos en general los casos, por desgracia de- masiado frecuentes, en que la Europa moderna ha parecido como abandonada al sentido réprobo de desconocer la civilizacion. Consúltense las guerras de religion y las civiles, las persecucio- nes y proscripciones originadas de ellas, los abu- sos de fuerza y de libertad, todas las calamida- des, en fin, tanto morales como políticas, por que ha pasado, y se verá, á las primeras indagacio- nes, que han procedido, sin escepcion alguna, de haber abandonado los hombres y las nacio- nes el principio del amor universal para adoptar otro, que necesariamente ha de ser erróneo y fu- nesto, porque no puede haber dos verdades con- tradictorias entre . ¿Y se encontrará por ventura el principio que veníamos proclamando como manantial fecundo de la verdadera civilizacion, esencia de ella mis- ma, en esas congregaciones de hombres eclécti- cos, humanitarios, racionalistas, que se ostentan por do quiera como bienhechores de sus semejan- tes, apóstoles de la beneficencia, panegiristas de la civilizacion? De ningun modo: Esos hombres, viéndose fuertes por sus conocimientos esperi- mentales, sus riquezas, su industria y su pro- digiosa civilizacion material, han erigido altares á la razon, como á su divinidad suprema; han deificado el Yo, haciendo decaer la comun, que es el alma de la sociedad, y la caridad, que for- ma su lazo, para convertir la una en sectas na- cionales y opiniones individuales y la otra en patriotismo esclusivo en egoismo, que, cuando mas podrá dilatarse hasta la filantropía, hasta este ser estraño, que solo socorre por consideracio- nes humanas, para obtener premio de la dádiva, para adquirir celebridad, para sacar partido de todo. Ya lo hemos dicho, pero es fuerza repetir- lo: solo en el cristianismo se halla el amor ver- dadero, grande, extenso, universal.... la Caridad. , en el cristianismo, que es la Comunion Ca- tólica, la única religion que enseña y prescribe la libertad nacional, la justa igualdad, la frater- nidad real y efectiva. Esa religion de amor es la que impone su sello augusto sobre todas las acciones de la vida humana, las ennoblece y en algun modo las espiritualiza; ella es la que san- ciona las santas leyes de la moral, y nos manda en nombre de Dios la obediencia á las supremas potestades, el amor al trabajo, la sobriedad, la beneficencia y todas las virtudes cívicas. Y ved porque ha exclamado un gran publicista de nues- tros dias, recordando una frase del célebre Mon- tesquieu; «¡Cosa admirable! El cristianismo, que parece dirijido esclusivamente á labrar nues- tra felicidad eterna, labra tambien nuestra feli- cidad temporal.» Solamente que no vemos en esto ningun motivo de admiracion, porque la virtud moral es el elemento comun y obligado de ambas bienaventuranzas. Interiorizémonos ahora un poco en las socie- dades civiles, que forman los pueblos reputados en la actualidad como los mas civilizados de Europa, ó que aspiran á serlo imitando los usos, hábitos, costumbres, leyes..... de aquellos, para conocer si en su envidiable estado de cultura y adelanto se encuentran algunos vicios, hijos de la misma civilizacion que los distingue, algunos errores de aplicacion, que dén motivo á temer la decadencia progresiva del espíritu social. Hay quien cree descubrir en esos pueblos cierta ten- dencia á gozar, cierta propension muy marcada á los intereses que se llaman positivos, cierto amor casi exclusivo á los bienes materiales de la sociedad, que, con temor sea dicho, son de muy mal agüero para la felicidad futura de las maciones. Entrando en esta cuestion, debemos advertir ante todas cosas que no es, ni puede ser en manera alguna nuestro ánimo hacer despreciables los bienes y goces materiales; son un beneficio de Dios, que nos ha entregado la posesion de la naturaleza, y nos ha impuesto el trabajo para que disfrutemos de ella y del fruto de nuestros sudores; son el objeto primordial de la sociedad y del gobierno, instituido este para asegurar- nos nuestra propiedad, y aquella para que nos auxiliemos mútuamente contra los obstáculos que la misma naturaleza nos oponia á su conquista: son, por fin, el asunto de la política, de la mo- ral civil y religiosa, que nos protegen y dirigen en el uso de nuestros bienes. Quien dentro del círculo de sus limitadas atribuciones no ha deja- do nunca de preconizar el trabajo y la produc- cion como las verdaderas fuentes de la prosperi- dad pública, no es ciertamente el que ha de censurar el goce de las riquezas, adquiridas por la produccion y el trabajo: porque ¿para qué se ha de trabajar y producir, sino para disfrutar? El goce, pues, de las comodidades de la vida y aun de cierto lujo bien entendido y gradual, es un elemento de civilizacion, tanto mas impor- tante, cuando el trabajo necesario para lograr esos bienes es un apoyo poderosísimo de la mo- ral, así como el ócio y la holgazanería son los mas fuertes irritamientos de los vicios. Juan Nepomuceno Blasco. (Continuará). LA HIJA DE O'TAITI. Traduccion libre de Victor Hugo. «¿Por qué quieres partir, amado mio, léjos la orilla mi te ? Si angustiada me deja tu desvío, llanto ¡ay! mis ojos verterán por . Adormida entre sueños placenteros, cantos alegres escuché en el mar, y á la voz de tus blancos marineros respondió mi doliente suspirar. ¿Por qué mi isla abandonas? ¿En tu suelo menos dolores hallarás tal vez? ¿En tu patria lejana luce el cielo mas belleza, mas pompa y brillantez? ¿Los tuyos, cuando mueras, por tu hermano verterán triste lloro de dolor? ¿Habrá en la tarde compasiva mano que lleve á reposes una flor? ¿Te acuerdas, , del venturoso dia en que vino á estas playas tu bajel? Léjos me viste en la espesura umbria tu voz el viento me condujo fiel. Tu rostro cariñoso cual la brisa nunca hasta entónces en mis bosques , y sin embargo á tu ademan sumisa, temblando de emocion, me acerqué á . ¡Oh! entónces era yo cual la luz bella, mas luego el llanto marchitó mi faz: si te aleja de aquí mi adversa estrella, mi alma quier te seguirá tenaz. Rogaremos al Ser Omnipotente por tu madre querida ambos á dos, y contigo alzará mi voz ferviente un cántico á tu patria, otro á tu Dios. Tu amor es el encanto de mi vida, seré tu esclava cariñosa y fiel. ¿Por qué quieres partir, si con tu ida rompes mi pecho con furor cruel? Yo curaré tus males; de los cielos un ángel nuestra union bendecirá, y el nombre que te dieron tus abuelos balbuciente mi voz repetirá. ¡Oh! brille tu mirada de amor llena y bella seré entónces y feliz, cual primorosa y cándida azucena que descuella de un prado entre el matiz. ¿No vés de esta rivera, amado mio, partir la golondrina sin dolor? deja en invierno lo que amó en estío y hasta el nido abandona de su amor. () Del mismo modo , bello estrangero, olvidas hoy lo que adoraste ayer; mientras que en prueba de mi amor sincero mi último aliento para ha de ser. Mas ¡ay! quieres partir. En la montaña lució tu primera juventud, una vírgen quizás en su cabaña tu vuelta espera ya con inquietud. [margen inferior: () No estamos conformes con esta comparacion del eminente poeta que traducimos. La golondrina no es, en nuestro sentir, el emblema de la inconstancia. (Nota del Traductor)] Mas contigo á marchar, estoy propicia, tu esclava yo seré con timidez, y si en amarla cifras tu delicia, tambien yo amarla lograré tal vez. Ausente de mis padres, que estasiados apoyan hoy en su ancianidad, y léjos de mis bosques y mis prados, huyó dichosa mi primera edad, léjos de mis palmeras y mis flores vivir ya no podré cual vivo aquí, permíteme seguirte en mis dolores, deja que muera al ménos junto á . Si el cariño que un tiempo me ofreciste no fué de un estrangero la ficcion, si un resto de aquel fuego en tu alma existe, no marchites la flor de mi ilusion. Si te vas, al pisar tu isla distante, la muerte fin pondrá á mi padecer, y por la noche, en el espacio errante, mi alma tus pasos seguirá quier.» Cuando la aurora con su lumbre bella las velas fugitivas dibujó, buscóse en vano á la infeliz doncella en la humilde cabaña nació. Y ya no se le vió en el bosque umbrío ni en la playa su canto modular, y sinn embargo el estrangero impío cruzaba solo la estension del mar. J. B. y C. Málaga. LA MANO DE NIEVE, POR VICTOR BERSEZIO. (CONTINUACION.) Pero por mas que corria, por mas que pre- guntaba, nunca podia dar con él. En cuantos puntos se detenia interrogaba á todos para adquirir noticias de su amado y en todas partes solo le contestaban: Hace tres dias que pasó por aquí. Sin embargo, por mas que robase al sueño el tiempo necesario, por mas que corriese po- niendo de su parte cuanto era posible para alcanzarle, jamás acontecia que al preguntar disminuyense en la respuesta el número de dias. Así es que tres le habia dicho el primero á quien preguntó, tres le respondian en todas par- tes y en vano corria á todo escape descansando solamente minutos, el número de tres no dis- minuia. Corriendo de este modo iba acercándose al mar, y figúrese Vsted cual seria su sorpresa cuan- do al preguntar por su amante le contestaron aminorado el número de dias de su partida. Esta contestacion le hizo cobrar ánimo y apre- suró mas el paso alentada con la dulce espe- ranza de poderle alcanzar antes de que empren- diese la, para ella malhadada, espedicion á la tierra agarena. Corriendo siempre llegó á encontrarse distante de él solo un dia de diferencia. Un dia precisamente le quedaba para llegar á la orilla del mar. La doncella y su comitiva estaban fatigadas hasta el estremo. Los caballos no podian resistir ya una mar- cha tan acelerada. Pero la exaltada pasion de la jóven era mas aun que el cansancio de todos y á fuerza de ruegos y órdenes indujo á su séquito á que se pusiera de nuevo en marcha. Era casi seguro que esta vez le alcanzaria pues no era de esperar que apenas hubiese lle- gado á la orilla del mar hubiera encontrado barco que le condujese. Sin embargo, la fortu- na que se mostraba enemiga de la desgraciada jóven habia dispuesto que todo sucediese al contrario de como era de esperar. Apenas llegó el jóven caballero á la playa á donde se dirijia, divisó un buque que se dis- ponia á partir. Inmediatamente mandó que con un bote se llegasen á preguntar al capitan para donde mar- chaba y si admitia pasageros. La respuesta no pudo ser mas favorable; el buque marchaba para Berberia y el Capitan se conceptuaba di- choso admitiendo en su cámara á tan gentil ca- ballero y á tan distinguidos acompañantes. Esplicado esto, fácil es deducir que cuando la jóven llegó al sitio anhelado solo vió per- didas, casi, en el horizonte las blancas velas de la ligera nave que se llevaba su corazon. La infeliz doncella no pudo resistir mas y di- rigiéndose á la misma orilla para arrojarse al agua, cayó al suelo privada de los sentidos. Cuando pudo reanimarse llenó de quejas é inundó de lágrimas aquel cielo y aquella playa. Una vez tranquila solo pensó en buscar el mo- do de atravesar aquellos mares. Quiso fletar un buque, pero no logró su deseo, pues ninguno de los que allí se encontraban era capaz de emprender tan largo viaje. En estas angustias pasó un mes la descon- solada criatura, Vsted puede figurarse como, y trans- currido él pudo hallar un bergantin que se dis- ponia á salir para Oriente. Embarcóse, pues, en él con su séquito y al- bajas; la travesía le pareció eterna. Finalmente, como Dios quiso, despues de mil penas y fatigas llegó á tierra de infieles y como habia hecho de la parte acá del mar hizo de la parte allá, esto es, ponerse á buscar al jóven ca- ballero. Pero , échale un galgo; si aquí donde él se distinguia principalmente por su ropaje y sabiendo ella el idioma le habia sido imposible encontrarle ¿cómo lograrlo allí donde no sabia una palabra de la lengua y él se confundia en medio de tanto defensor de la ley de Cristo? Tomó, sin embargo, la jóven una determi- nacion y fué la de seguir al ejército cristiano á cuantas partes fuese. Jamás faltaba á los combates, rejistraba luego el campo, descubria el rostro de los heridos... todo inútilmente..... Habia pasado algunos meses arrastrando tan penosa existencia cuando supo que en una ac- cion que tenia lugar á corta distancia de donde se hallaba, un guerrero cristiano hacia prodi- jios de valor. Ella no dudó un momento de que tan arro- jado cristiano fuese su jóven caballero. El co- razon le latia con fuerza y, sin mas consejo que el propio, aceleró el paso de su caballo y se dirijió al sitio de la batalla..... Ah! se me habia olvidado deciros que la jóven para evitar la murmuracion y lo incómodo del vestido, se habia hecho de una armadura de acero como la de todos los fieles combatientes, por cuya pre- caucion y lo perfectamente que montaba ningu- no la creia muger y corria, sin el menor incon- veniente, por donde y como le parecia confun- diéndose entre los hombres. Este vestido, por otra parte, le hacia desa- parecer la fealdad del brazo izquierdo, pues en ambos llevaba manoplas de acero. Andando, pues, cuanto le era posible, llegó al sitio de la lucha pero desgraciadamente, para ella, habia terminado el combate y, desgracia- damente para nosotros, ganado por los turcos, siendo degollados los de nuestra relijion. Casi todos los caballeros habian sido derro- tados y el campo estaba sembrado de heridos. La desesperada jóven preguntaba á cuantos habian quedado aptos para responder por la suerte del jóven caballero y mientras todos le decian que habia hecho prodijios de valor, nin- guno le sabia decir si lo habian muerto, si era prisionero ó si habia podido escapar ileso de aquella carniceria. Entónces se lanzó á buscarle por el campa- mento que era un fanjal rojizo sembrado de cadáveres y moribundos. ¡Á cuanto no conduce el exeso del amor! Un quejido que le penetró hasta el alma le hizo fijarse en un guerrero gravemente herido que permanecia aun con la celada sobre los ojos. Era un cristiano y ella no dudó que seria el que buscaba. No pudo esperar mas tiempo; se lanzó sobre el moribundo, le alzó la vicera y estubo á pun- to de caer desfallecida al verse cara á cara con el que tanto tiempo hacia buscaba inútilmente. Continuará. BARCAROLA. Música del Maestro D. E. O. I. Cuando serena la luna brilla y alzan las auras su dulce voz, yo el mar tranquilo con mi barquilla, cantando alegre, cruzo veloz. II. Léjos del mundo yo, sin pesares, sople la brisa ó el aquilon, paso mi vida surcando mares, sordo á las voces de la ambicion. III. Cual blanco ánade, de leve pluma, que el terso lago se surcar, así mi góndola, rizando espuma, surca el inmenso lago del mar. IV. En las revueltas del mar undoso, mis dias en calma veo correr, y entre las olas vivo dichoso, pobre en deseos, rico en placer. J. M. del C. Málaga. Agosto, 1854. AL PONERSE EL SOL. ¡Cuán dulce es el comtemplar por la tarde el zafiro occidental y la naturaleza tranquila. Todo entónces tiene un no se qué de grave y magestuoso que penetra hasta el corazo y le sumerje en una dulce tranquilidad. ¡Ah! Entónces cuan bello es recordar los go- ces de una edad que pasó, y en el pensamiento de dias mas felices olvidar el presente, elevar- se á ignotas esferas, y errar con la idea por las confusas sendas del infinito. Y cuando el recuerdo de un objeto juvenil, llega como leve fantasma de las tinieblas á os- curecer nuestros mas alegres pensamientos ¡oh! entónces una lágrima ardiente inunda nuestros párpados y esa lágrima que encierra las memo- rias del pasado sirve para fortalecernos. , es demasiado hermosa la sonrisa de la naturaleza, para que yo pueda dejar de mirar- la, y de buscar en ella una felicidad pura aun- que pasajera. Gozad poderosos de la tierra, ostentad vues- tras riquezas á los necios que no hacen mas que admirarlas: disfrutar vírgenes en medio de vuestros adoradores y ostentad aquella sonrisa que las mas de las veces engañadora, pierde à los insensatos. La naturaleza me muestra otros bienes inocentes y seguros, una rosa que se marchita sobre pecho con sus últimas fragancias; una sonrisa del cielo, un ruiseñor velando á mi al- rededor saluda al sol que muere. Y yo tambien te saludo dia que acabas y pensando como mi vida debe tambien acercarse á su fin, te dedico este recuerdo. Adios sol que te pierdes en los inmensos espacios del infinito, símbolo de todo ser vi- viente, símbolo de toda humana grandeza, glo- ria y felicidad. Adios luna silenciosa que rodeada de luz ce- leste vas errando por el firmamento, me lle- nas de tranquilidad, débil imágen de aquella que gozará el que siga al sol la verdad hasta el último instante de su partida. A. de Z. REVISTA A LA LIGERA. No hemos nacido para escribir en ese estilo bíblico que empezó á usar, hace algun tiempo, un escritor que ya no existe. ¿Para qué habremos nacido nosotros? El hombre ignora todo su porvenir y vive entre la esperanza y el desengaño. Pero he dicho nosotros y voy á rectificar. El nosotros soy , pobre silla vieja que tan pronto está en la cazuela del Teatro como en cualquier otra parte. Nací de un carpintero. Me colgaron para muestra y me vendieron pa- ra un teatro casero. Mi vida es larga de contar. Ahora me ha dado por la literatura y, lo que es mas, por los rengloncitos cortos. El tiempo dirá si he hecho bien ó mal. Entiéndase que no hablo del célebre Tiempo del teatro Principal, que el pobre no puede es- tar mas callado. Ahora reparo que pasa el tiempo y no digo nada de mi revista. Entro en el Teatro. Es un dia de trabajo. El coliséo está algo desanimadillo Y se comprende. Los dias de fiesta son para santificarla y lue- go distraerse, pero los de trabajo deben ser para trabajar. Un crítico me diria que no tengo razon y con ella á , por que en los dias de trabajo no hay funcion, que es en las noches. No á que achacar esta falta. Tampoco á qué achacar otra. La falta de la señorita Piñeiro. No hay duda que esta jóven ha dejado un hueco en la compañía. Dios quiera que por este hueco no se esca- pen algunas zarzuelas. Dije al principio que mi historia era muy interesante pero lo es mas la Historia de una carta que con razon agrada. El sargento Federico apareció el domingo des- pues de tres ó cuatro años de ausencia. Con un poco de mas ensayo hubiera salido mejor. La araña del tercer acto debe componerse ó quitarse. Y, ahora que hablo de composturas, por los clavos de Cristo que se quiten los que salen siempre que salen pasamanos ó harandales, por que, como por ejemplo, en el tercer acto del Sargento Federico se entretuvieron en rasgar vestido que fue un gusto. He dicho mal; un disgusto para las pasientas. El dia de Su Majestad iluminacion, las poesias y las palomas. Salgo del Principal y me voy á la Merced, porque aunque á Vstedes le parezca estraño, yo ando, como y bebo sin parecerme en esto á las demas sillas. Voy á la Merced pero la Merced no me re- cibe. - ¿Quién no lo permite? El tiempo. - ¡Siempre el Tiempo! - ¿Pero y la señora Santoni?.... La revista, tocante á este teatro, no ha po- dido ser mas breve. Malo está el tiempo, pero no se muere. Ahora le ha dado por llorar los domingos, únicamente por tener el gusto de ver llorar á las pollitas. El sábado por la noche se viste de nubes y se dispone para el dia siguiente que, sin decir agua , nos manda una rociada de lo lindo. El sábado me ha traido á la memoria la sesion del Liceo. ¿Habra sido anoche ó será el que viene? El Liceo es como un paño blanco. La menor mancha resalta en él. El Liceo es una buena sociedad. Cualquier Jesliz se hace notar. Hablo de la Z de los lanceros. Hablo del órden que debe reinar en todo sitio donde se reunen personas de verdadera ilus- tracion. Esto, por supuesto, es hablar por lo que me dicen, pues en mi posicion es para concurrir á dicho local, ni mis años me lo permiten. La única novedad ha sido el embarque del batallon de Marina. El muelle estuvo lleno de gente durante la despedida. Las bandas de música de San Fernando y Soria tocaron alegres piezas en el muelle hasta que las Autoridades volvieron de á bordo. Estamos en la epoca de los bailes. En Málaga por fortuna, llega la primera y no vemos los segundos. Digo por fortuna y me parece que no digo mal por que los bailes no dan mas que trastor- nos á las casas y á las cabezas. Ahora me echarán mas bendiciones y las polli- las que la artilleria que fué á hacer la salva el dia 19, le echó á la entrada de la Alame- da de los Tristes. Yo le doy toda la razon á esta última. Las calles laterales de la Alameda están de lo peor que puede verse. Avisame cuando te ajogues- decia un cam- pesino á otro amigo y á que era de temer la desgracia. El panorama ha cambiado las vistas. Se nos dice que tiene muy buenas entradas. Así las tuviera el paseo. Así las tuviera el Teatro. Hoy es domingo. Hoy cumplo sesenta y nueve años y el déci- mo nono de mi viudedad. Yo fuí amiga del puente de Santo Domingo, hermana de las desgraciadas casillas víctimas de la civilizacion y prima de las Casas Capitulares que están á medio (des) hacer. Hoy me toca observar desde la cazuela cuan- to pase en el teatro y si tengo la satisfaccion de que inserten en LA CARIDAD estos renglo- nes, enviaré á dicho Semanario lo que logre saber y se pueda publicar. Hoy es el dia en que por primera vez escri- bo y razon es que suelte la pluma hasta nueva ocasion. Con este número repartimos á nues- tros suscritores el último figurin de modas de Paris, cumpliendo en esto como en todo lo demás, nuestros com- promisos para con el público. Dicho esto, aquí la esplicacion de dichos figurines debida á nuestra colaboradora en materia de MODAS. PRIMER FIGURIN. Vestido de tafetan violeta de los Alpes. Sobre la enagua un volante montado al aire hasta la rodilla. Cuerpo alto abotonado. Manga de me- dio ancho, puño libre, figurando una especie de buche risado de trecho en trecho y se termina en punta, cogida cada una por un boton. Un sobre- todo de tela de lana marron ajustado al talle, con pelerina y mangas anchas enteramente mo- teado de astracan. Sombrero de crespon violeta de los Alpes. El fondo es de crespon blanco cu- bierto de un tul moteado negro, forma floja. So- bre la pasada dos pequeños grupos de flores de plumas violetas y plumas negras. En el interior bandó de pensamientos de terciopelo violeta. De- bajo de las mangas un buche de muselina. Puño de chaconada guarnecida de un risado. Cuello risado. SEGUNDO FIGURIN. Vestido de tafetan verde. Sobre la enagua, un risado de tafetan negro risado á festones y cua- tro hileras de risados derecho. Cuerpo alto con cinturon. Manga de medio ancho con vueltas, todo salpicado de risado. Bajo las mangas unas de tul. Cuello de encage negro. A la izquierda una rosa y dos buches de terciopelo negro. El adorno forma la Maria Stuard, delante. Cintura negra, con broche de oro. ADULADORES. Canuto II. Rey de Dinamarca, adquirió el so- bre nombre de Grande; reinando y conquistando por el terror y la crueldad. Sin embargo tuvo aduladores. «Si todos los Príncipes los tienen (dice un autor francés) cómo podian faltarle á un conquistador de la clase de Canuto? Pero él sabia apreciar su bajeza.» Un cortesano le decia un dia que no habia nada en el mundo que no estuviese sometido á su poder y volun- tad. El Rey entónces, sin responderle una pala- bra, se hizo conducir á la orilla del mar, cuan- do las aguas estaban en creciente, y con un tono de superior autoridad les mandó que se retirasen: pero las olas, indóciles, mojaron muy pronto los piés del Monarca. Entónces Canuto, volviéndose á sus cortesanos, les dijo: «Com- prended que todos los hombres son dependien- tes y débiles. El Supremo Criador es el único poderoso: solo Él es el que puede decir al Océa- no: hasta aquí llegarás, y de aquí no pasarás: solo Él puede anonadar con una palabra todos los monumentos y todo el orgullo de los hom- bres.» Solucion á la charada del - mero anterior. Nada vale UN CERO Si solo lo pones, Con otros guarismos Llega hasta millones. Si el acero empuñas, Ó sea la espada, No hagas uso de ella Sino en justas causas. ERRATAS. En la página 89, columna segunda, verso 13, dice sélica, léase célica. En la página 90 dice: Ella la planta, es Niño inocente, Léase: Ella la planta es, Niño inocente. Editor responsable, Don Rafael Martos. MÁLAGA. - Imprenta de Don Francisco Gil de Montes, Calle de Cintería, número 3.

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