CODEMA19-LAAMEN-184445-7

CODEMA19-LAAMEN-184445-7

ResumenNúmero 22 de "La Amenidad. Periódico semanal de literatura, modas y teatros"
ArchivoUniversity of Connecticut
TypologyOtros
Fecha30/03/1845
LugarMálaga
ProvinciaMálaga
PaísEspaña

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[margen superior: NÚMERO 22. 30 DE MARZO DE 1845.] LA AMENIDAD. PERIODICO SEMANAL DE LITERATURA, MODAS Y TEATROS. No se admiten suscriciones á este periódico sinó en union con El Indispensable. Puede verse cualquiera de sus números para saber las condiciones, precio, notables ventajas que se conceden etcétera. CODICILO DEL DOCTOR JONATHAN SWIFT. (Conclusion.) Otro tanto pensaba hacer con el buen viejo Nowtell. Queríaseme persuadir que él era la causa de muchas injusticias sufridas por diferentes sujetos; pero desde luego tuve tales resoluciones por sospechosas, pues es- taba casi seguro de que el buen Nowtell es de carácter demasiado débil para cometir in- famias deliberadamente. Al fin resolví el pro- blema, y he descubierto que su esposa es la causa de todo, pues solo ella es la que ha- ce que las partes ganen ó pierdan los litijios, siendo su marido el instrumento de que se sirve. A la misma es á quien debemos el nuevo reglamento de las clases, por el cual á las mujeres de los majistrados de Dublin deben ceder el paso todas las demas. Ha arruinado al inocente Carr..... por medio de un pleito que ha perdido, asistiéndole la jus- ticia; mas su esposa habia ofendido altamen- te á mistris Nowtell, cometiendo el desaca- to de tomar en la iglesia un asiento supe- rior al de ella. Ignoraba yo porqué los cargos del pueblo se daban siempre á per- sonas ruines; pero descubrí el misterio cuan- do supe que la señora amaba á sus seme- jantes, y por eso he cambiado de opinion, resolviendo que mistris Nowtell vaya á ocu- par el aposento que destinaba á su marido, y que este, hallándose desocupado con la pérdida de su mujer, se entretenga en barrer y cuidar la casa, renunciando á la majis- tratura, puesto que es incapaz de desempe- ñarla por mismo. Considerando lo que yo podria hacer con los empleados, encuentro tan crecido el - mero de locos que hay entre ellos, que no por donde empezar. Ademas mis 12,000 libras esterlinas no alcanzan á mantener á tan- tos; y seria á la verdad muy conveniente que el pueblo contribuyese con una cuota para fundacion tan útil..... Ah! cuán contento moriria si llevase esta esperanza al sepulcro! Mi amigo Partridge murió en edad de- masiado temprana, por lo cual no puede apro- vecharle mi fundacion. Por eso le he omi- tido en mi testamento; pero para demostrar cuánto le amaba, doy lugar en él á su fa- milia, todos Partridges, y locos políticos co- mo su señor padre. Sean los que quieran sus conocimientos sobre lo futuro, y su certi- dumbre en determinar cuanto deba suce- der en el Estado y en las familias, no les será fácil adivinar, por mas que discurran, que actualmente estoy tomando mis medidas para depositarlos en el hospital. Todos cabrán en él, yo les empeño mi palabra, y cualquie- ra que haga constar que desciende por linea recta del sabio Partridge será recibido sin la menor dificultad. Los que temerariamen- te osaren contravenir á esta mi voluntad serán condenados á leer sus escritos, y á hacerse predecir el horóspoco por un Par- tridge; mas en caso de que el número de los locos de esta familia sea muy numeroso, puede escluirse de mi lista algunos de los apuntados en ella, con tal que no sea lord ó filósofo. El caballero Dewlapp tiene un carácter tan singular que he empleado muchos dias en averiguar lo que era, hasta que al fin ya he llegado á conocer que es un loco. En su juventud fué el mayor libertino de la provincia, por lo que jamas adquirió el menor conocimiento de relijion ni de cien- cia; y en el dia, no obstante haber cum- plido los cuarenta años, no ha leido otro libro que la lista que diariamente le pre- senta su cocinero de los platos que ha de servirle. Cuando se le habia antes de co- mer es admirable su estupidez, pues cierta- mente no es capaz de decir tres palabras seguidas con visos de razon; mas luego que el vino se le sube á la cabeza, que por lo comun es al segundo plato, se va á Míster Dew- lapp en todo su esplendor: de pronto se hace elocuente y todo su cuerpo discurre. Sin embargo, no sabe cómo ha venido al mundo, ni para qué, y de aqui se sigue que nada piensa de la vida futura, de la cual tiene formada la misma idea que de los cuentos de duendes y de los tesoros en- cantados. Por la descripcion que acabo de hacer se puede venir en conocimiento de que no es necesario encerrarle, pues su locura no puede causar el menor desórden en la sociedad; pero es muy rico y recibe á su mesa autorcillos famélicos, que con un poco mas de seso que su anfitrion, refunden sus reflecsiones y las dan á luz en forma de libro, y he aquí el orijen de tanto folleto como nos inunda. Jamas hubiera llegado á saberse el porqué se halla tan poca conse- cuencia en estas obras, á no haberse des- cubierto que son los temas de la mesa del estúpido y ebrio caballero Dewlapp. Para reprimir esta especie de pedantismo, ordeno que luego al punto se le encierre, pues confio en que, como en mi hospital no hay vino, dejara las letras en reposo y perma- necera en su estupidez natural. Santiago Diepper sabe demostrar con tes- tos de Cujacio y Bartulo que el hombre y no la mujer debe gobernar la casa, y se burla de los que sufren que sus mujeres los gobiernen. La suya es la mas amable del mundo, y vive aflijida por las liberalidades del marido. Con los ojos bañados en - grimas le suplica de continuo que ponga término á sus escesos por amor de sus po- bres hijos. Por dos veces ha empeñado sus alhajas para sacarle de la carcel; y cuan- do la tercera careció de este recurso, se presentó en la prision anegada en llanto pa- ra que el insensato Diepper se persuadie- se de que le amaba. Y podia dudarlo? de ningun modo; pero es su mujer, y un hom- bre de pro no debe seguir sus consejos; un solo acto de condescendencia le haria per- der toda la superioridad que por derecho divi- no y humano le pertenece. Una noche de- terminó no salir de casa; la mujer se ale- gró de ello, y esto bastó para que se fue- se á dormir fuera, únicamente con el ob- jeto de dar á conocer que él es dueño de la casa. Otro dia le hizo daño el vino, por lo que resolvió no beber al siguiente; mas al decirlo ecsaminó el rostro de la mujer, que por desgracia se mostró complacida de su determinacion. ? pues inmediatamen- te se prepara, sale de casa, y pasa la noche entre las botellas y los amigos. Le condu- cen enfermo á su habitacion; pero nada im- porta, pues así ha mantenido su superioridad. Y se dudara que Diepper merece un cuarto en mi hospital? El jóven Suvallon se admirará cuando sepa que le tengo destinado alojamiento en mi casa. Es cierto que solo tiene 17 años; mas esta no es una razon para que siga adelante con sus manías, antes bien creo que se le debe encerrar luego, luego. Su abuelo era un mal poeta, pero tolerable, por- que escribió poco; su hijo, padre de nuestro jóven, era peor, pues compuso poemas so- bre poemas, tan detestables, que hasta los holandeses se reian de ellos; aunque no por esto dejó de formar con todos un volúmen. El jóven Suvallon, digno heredero de su padre, le ha imitado, reuniendo sus poesías en un grueso tomo manuscrito, con intento de imprimirlas cuando sea de mas edad. Tiem- po es ya de que se le sujete, pues seríamos responsables á nuestros hijos si desde ahora no adoptásemos las medidas necesarias para ponerle á buen recaudo. Verdad es que nuestros nietos tendrian que sufrir algo me- nos, porque es de creer que las poesias de este jóven no llegarán hasta ellos; mas ¿en qué infelicidad no dejaria á mi pobre pa- tria si por mi neglijencia nuestro - ven poeta propagase su raza? Parece que á cada jeneracion toma incremento la en- fermedad de esta familia, y si se da tiempo á este jóven para tener un hijo, ¿no seria necesario atarle las manos á la espalda al nuevo vástago para impedirle que escribiese?.. Que se le encierre, que bien merecido lo tiene, aunque no sea mas que por la ad- miracion con que cita las poesias de su padre, que esta resuelto á imprimir, precedidas de un prólogo de su cosecha. Ya él empieza á enseñar sus propias producciones, y detiene á las personas por las calles para que las escu- chen, impacientándose cuando no se le alaba; pero sobre todo si se le demuestra que ha cometido un yerro, entonces se po- ne furioso, y no obstante sus pocos años sabe proferir injurias tan groseras como un crítico de 50. Qué puede esperarse de él mas adelante?... Que se le encierre en una jaula: esta es mi última voluntad. Si yo preguntase al pródigo Mateo Pid- geon qué quisiera que se hiciese con su avaro tio, sin duda me aseguraria que Ponneses es- taba loco y que merecia se le encerrase; y á la verdad no dejaria de tener alguna ra- zon, porque veo que el viejo hace todo lo posible para morir de hambre sobre sus ta- legos, y dejarlos intactos al sobrino Pid- geon, que disipará en un dia mas que Pon- neses ha podido ahorrar en muchos años; pero á pesar de todo no me acabo de re- solver á señalarle un aposento, sinó que le reservo para el sobrino. Es cuestion entre los filósofos quién de los dos es mas lo- co: aquel que en la desconfiada vejez mue- re de hambre como un rico avaro ó el qui- en la insensata juventud disipa alegremente los bienes que no ha ganado para morir de hambre en la vejez. Es cierto que el prime- ro incomoda menos al Estado, quien tarde ó temprano se halla en la necesidad de cas- tigar al segundo por ladron ó de mantener- le como mendigo: á un avaro que jamas se separa de sus talegos se le puede ya re- putar como encerrado, y por lo tanto el cuar- to que le preparaba en mi hospital será ase- gurado al joven Pidgeon, y permanecera allí hasta los 30 años; mas para que no esté ocioso, porque esto seria peor, no comerá otra cosa que lo que pueda adquirir con el trabajo de sus manos, y así aprenderá lo que cuesta trabajar para vivir. En los ratos desocupados se le darán las cuentas de su tio para que las ecsamine y apren- da á calcular. Si se logra acostumbrarle al trabajo, espero que á la edad de 30 años se podrá sin riesgo restituirle la libertad y la herencia, quedando yo tambien en la con- fianza de que mi patria me agradecerá que le haya formado un buen ciudadano. Yo no por donde el petulante Hu- lley ha sabido que yo tenia designio de fundar una casa para recojer los locos ri- diculos. Cuando estaba formando el borra- dor de este codicilo entró en mi casa con aire altanero, y en tono de amistad me aseguró que podria serme muy útil en la ejecucion de este proyecto si queria servir- me de sus consejos. Añadió que era caso imposible que donde hubiera algo de lo- cura ó de rareza dejase él de descubrirla, pues el amor á la verdad le dominaba hasta el punto de no perdonarse á si mis- mo si alguna vez flaqueaba. En seguida me presentó una lista que contenia, segun él, todos los locos de Dublin, y no pu- de menos de sorprenderme al ver que los cinco primeros nombres eran de otros tantos ciu- dadanos, cuya doctrina es tan pura como sus costumbres. Le manifesté al punto mi admiracion; mas él solo me respondió con una carcajada, y tuvo el atrevimiento de añadir el nombre de otros sujetos respeta- bles. Cortéle la palabra, y al continuar le- yendo vi que el sesto loco de la lista era su padrastro, hombre muy de bien, á quien pretendia se le encerrase porque á pesar de su edad habia cometido la locura de casar- se con su madre, mujer aspera, grosera y enfadosa, que trataba de profusion el gasto que un jóven hacia; y por lo que, ya que carecia de talento y de gusto, debia ocupar tambien ella el sétimo lugar de la lista. No perdonando este jóven á sus padres, no deberá estrañarse que preparara igual destino á tres de sus maestros. A pesar de mi mucha sorpresa le escuché con aparen- te tranquilidad, porque prometia darme no- ticia de otros locos; y luego que acabó de hablar signifiquéle que no echaria en olvido su celo y que pensaba recompen- sarle. En efecto, quiero cumplirle la pala- bra, y por lo tanto le señalo 200 libras es- terlinas de renta, que gozará encerrado en una casa de correccion, para evitar que semejante bribon acabe de emponzoñar la opinion de los hombres de bien. Esta es mi última voluntad, que el par- lamento procurará hacer ejecutar; y desean- do como verdadero patriota que ningun lo- co tenga voto en los negocios públicos, dejo fundado este hospital, donde no se les pro- hibirá que formen proyectos, con tal que cuando se publiquen lleven una nota que esprese haber sido formados en el hospital de locos de Dublin. Jonathan Swift, doctor. A MARIA. I. Corre abundoso mi llanto, pues yo por tu amor deliro: y ni un solo suspiro dirijes á mi quebranto. Dime, mujer, ¿con qué encanto cautivaste el alma mia? desde aquel primero dia, que para mi mal te vi, ay!... grabado quedó aquí, tu bella imajen, Maria. II. Esta ardorosa pasion me consume y atormenta: su fatal dominio asienta en mi triste corazon, y no tienes compasion de aquesta congoja impía, que se aumenta cada dia al mirarte tan hermosa, aunque siempre rigurosa estas conmigo, María. III. Sin ti no puedo vivir, y amarme es imposible; este fuego irresistible vendrá a hacerme sucumbir: quisiera lejos partir: quizá así te olvidaria..... pero, no!.. jamas podria estinguirse mi pasion, porque está en mi corazon tu bella imájen, Maria. IV. Pero vano es mi clamor; otro amante mas dichoso me roba quietud, reposo: por él desprecias mi amor, y yo muero de dolor. Acabó en la alegría; y esta terrible agonía, que mi esperanza derrumba, me hará bajar á la tumba solo por tu amor, Maria. E. Zumel. HISTORIA DE UN PUÑAL. (Continuacion.) El marido se encojió de hombros, y dirijiendo á su mujer una mirada llena de interes y de piedad, continuó diciendo con voz apacible: Si me hubieras dejado hablar, no me apesadumbrarias con tus esperanzas y pro- yectos, que no son mas que locuras. Pues bien, ya te escucho; cuéntamelo todo, y así lograrás tal vez mitigar tu do- lor. Toda tu confianza la tienes puesta siempre en nuestro cura; pero si hubieses visto á ese santo varon te persuadirias de que no es mas feliz que nosotros, pues son tantas las limosnas que hace, que apenas le queda un pedazo de pan para el y sus sobrinos. En cuanto al vino, ya no le bebe mas que cuan- do dice misa. Su criada, que está enfer- ma y en cama, al verme entrar en su ca- sa se puso á gritar: acudieron los vecinos, y les dijo que nosotros queríamos acabar con su amo. En efecto, le encontré á mi regreso en la procesion de rogativa, que hace tres meses sale todos los dias para que llueva, llevando las reliquias de Santa Anas- tasia; pero ya ves, ni siquiera una gota..... Y el cura te vió? La aldeana se apresuró á hacer esta pregunta á su marido con el fin de que tomasen otro jiro sus ideas. , y aun me hizo una seña con la ca- beza como para infundirme valor; mas es- tan palido, tan débil, tan padecido, que si hubiera tenido de que disponer, a fe mia que hubiese sido yo el que le habria dado limosna. Pobre cura! esclamó la buena mujer enternecida, él es quien nos enseña con su buen ejemplo! cuán merecida tiene la glo- ria! Ya ves que por este lado nada tenemos que esperar.... Pero, y el castillo? no has tenido lu- gar de ir á él? Ah! el castillo! continuó diciendo Beppo con voz siniestra: , estuve en él; pero me respondieron que la señora baronesa tenia sus pobres. Poco me faltó para abofetear á un pícaro criado por haberme dicho bru- talmente que era preciso trabajar.... Trabajar! repuso la infeliz mujer lloran- do: ¿porqué no nos dan trabajo? -Oh! los ricos! los ricos! gritó Beppo, apretándose los puños. Dios mio! no debemos declamar contra ellos, pues no saben todo lo que sufri- mos. No lo saben! repuso lentamente Beppo, frunciendo las cejas..... Pues bien! es preciso manifestárselo. Qué dices? esclamó la mujer con ter- ror: Beppo, amigo mio, vida mia, vuelve en ti; jamas te he visto tan macilento. Sin duda la pobreza, ó mas bien el demonio te inspira tan viles pensamientos. Si, es fuerza poner coto á nuestros ma- les, dijo Beppo, levantándose de pronto: he sido hombre de bien mientras he podido; mas ahora la miseria me abruma...... Con razon me ha dicho Giuliano que nosotros tenemos la culpa de estar sumidos en la indijencia. Virjen Santísima, tened compasion de nosotros! Giuliano! un bandido! Será bandido y todo lo que quie- ras; pero él tiene que comer: él no ve á sus hijos y á su esposa desfallecer de ham- bre y de miseria; él se pasea por medio del pueblo con el puñal en el bolsillo y la carabina á la espalda en presencia del correjidor, de la guardia urbana y de los jendarmes; y á fe que los criados del cas- tillo le hacen profundas cortesías. Pero la relijion, la conciencia, la cár- cel, el honor, el cadalso, el infierno! repli- caba la pobre mujer desatinada. No hay nada de eso! esclamó el des- graciado, que tocaba al colmo de la deses- peracion. Despues, cruzando los brazos, con terrible aspecto y dando un paso hácia su mujer, añadió: Si no os hubiese traido ese cántaro de agua, ¿qué hubiera sido de vosotras?.... res- ponde!.... Ay! habriamos muerto quizas. Pues bien, repuso Beppo con violencia: ese agua la he robado, ¿lo oyes? la he toma- do á la fuerza. En seis leguas á la redonda no hay mas que un pozo casi vacio, custodiado por dos centinelas, un comisario, un empleado..... y qué yo; cuya agua se mide con avaricia, vendiéndose á seis granos el barril. Todo el pueblo se hallaba allí con cubos, cántaros y horteras; yo me abrí paso por entre la jente, y pedí mi racion con voz amenazadora. - Esperad vuestra vez, me dijeron. Dón- de está el dinero? Yo no tengo dinero; lo que tengo es sed, y quiero beber. Dicho esto, derribé al comisario de un empujon, me apoderé de un cantarillo y eché á correr, sin que nadie osase se- guirme. Pero eso no es un robo, Beppo, dijo la infeliz mujer, que no podia resolverse en su corazon á acusar á su marido, porque el agua es de todo.... Y el pan tambien! gritó el aldeano, ar- rastrado por su terrible lójica; mis hijas no deben morirse de hambre como perros; y por Dios que tendran pan antes de ponerse el sol, aun cuando para ello haya de matar á todos los habitantes del pueblo. La mujer quiso replicar; mas Beppo no le dió tiempo para ello, pues empujándola con fuerza hacia el inferior de la choza, salió de ella, fuera de . Las dos hijas, que hasta entonces habian permanecido como petrificadas, al ver va- ciliar á su madre empezaron á llorar; mas la animosa mujer, agarrándolas de la ma- no, se prosternó precipitadamente delan- te de la imájen de la Virjen, y haciendo que sus dos hijas se arrodillasen con ella, les dijo: Vamos, hijas mias, no lloreis ahora, sinó pedid á Dios, pedid á la Virjen que hagan un milagro. Repetid conmigo: Señor, Dios mio, haced que nuestro padre no sea un ladron. Y las dos pobres criaturas, ahogando sus lagrimas, con los ojos todavia encen- didos, cubiertas sus mejillas de subido car- min y juntas las manos, repitieron con voz dul- ce y lastimera: Señor, Dios mio, haced que nuestro padre no sea un ladron. Entretanto, Beppo corrió á la aventura, sin direccion, sin objeto, sin proyecto de- liberado: mil pensamientos siniestros se agol- paban en su mente, y solo respiraba odio, colera y venganza. De repente el trote le- jano de un caballo lo saco de sus negras cavilaciones. El sol iba declinando por mo- mentos, el aire habia refrescado algun tan- to; y al dirijir la vista atentamente hacia el paraje de donde provenia el ruido, vió que se encaminaba á él un viajero, que al pa- recer era un hombre rico. Voto al demonio! se dijo á mismo el aldeano: ha llegado el momento opor- tuno de obrar, y no tengo armas, ni siquie- ra un mal puñal. Beppo se estremeció, sin embargo, por- que se presentaron á su mente cuarenta años de una vida irreprensible, é iba á ser un salteador de caminos!... Esta idea hizó brotar de su frente grandes gotas de sudor, y un frio mortal heló la sangre en sus ve- nas, faltandole la fuerza y el valor en el instante de consumar su crimen. Mas el viajero continuaba acercándose, y Beppo, desatinado, trémulo, fija en él la mi- rada y erizado el cabello, vacilaba toda- via, cuando un dolor bastante agudo le obligó á llevarse la mano á un pie. Al bajarse para ecsaminar la herida, pues la sangre habia salido del dedo pulgar, que no cubria la alpargata, vió brillar en la are- na un puñal grande, cuyo mango estaba primorosamente cincelado, y cuya hija an- cha y cortante terminaba en aguzada punta. Ah! el mismo Dios me envia este ar- ma, esclamó el desgraciado, fuera de . Y blandiendo el puñal, corrió hacia el viajero. Este se hallaba dotado de una de esas figuras simpaticas y graves que previenen desde luego en su favor, y tendria al pa- recer unos cincuenta años; su cabeza ape- nas empezaba á encanecer, la sonrisa era compañera inseparable de sus labios; sus ojos eran vivos y alegres, su encendido ros- tro amable é injenuo: todas estas señales re- velaban un caracter bondadoso y jovial; mas su estatura era colosal, y solo al ver sus anchas espaldas y sus fornidas muñecas hu- biera meditado el mas valiente antes de ata- carle. Su traje era bastante raro, un som- brero de anchas alas daba sombra á su ca- ra, y una amplia casaca negra, cuyos fal- dones caian hasta el suelo, cubria el cuar- to trasero del caballo; multitud de cadenas, dijes y juguetes de coral adornaban su cha- leco y demostraban el estado floreciente de sus negocios. Caminaba con armas y bagaje: dos pis- tolas viejas de arzon asomaban su enmohe- cida culata por las cañoneras de la silla; una carabina, que tendria por lo menos cien- to cincuenta años de antigüedad, colgaba de uno de sus costados, y del otro una ca- labaza; sobre una nueva y atestada maleta se veia un enorme paraguas, sujeto por dos correas, y que podia servir en caso necesa- rio de tienda de campaña á su dueño y al corcel. Asegurado con todas estas precau- ciones ofensivas y defensivas, y embebido profundamente en ideas que no le dejaban sosegar, nuestro viajero entablaba consigo mismo una conversacion científica y literaria: se preguntaba y respondia en alta voz; pro- poníase cuestiones, resolvia dudas y negaba ó concedia con la mayor imparcialidad y bue- na fe. Frecuentemente dejaba oir en el ca- lor de la argumentacion palabras que per- tenecian á una lengua desconocida, grie- RAMILLETE. Hemos tenido el gusto de asistir á las representaciones que hasta ahora ha dado la compañia dramática que ha de actuar en el presente año en el teatro de esta capital, y nos prometemos gratos solaces durante él, vista la igualdad de los individuos que la componen, pues si bien no son de un mérito sobresaliente observamos en casi todos ellos muy buenas disposiciones, aun- que hay alguno sobre quien no podrémos menos de descargar nuestra critica cuan- do nos ocupemos de cada uno en parti- cular. Entretanto damos las gracias á la empresa por el celo que ha desplegado en la reunion de estos artistas, y le presa- jiamos felices resultados si hermanando la eleccion de las piezas que se pongan en escena con la buena ejecucion de las que hasta aqui se han representado, nos hace olvidar tan mezquinas impresiones como han dejado en nuestra alma las anteriores com- pañías. Hemos tenido ocasion de admirar los efectos que va á mandar á la esposicion de bellas artes de Madrid don Manuel Agustin Heredia, como producto de su fer- rería, titulada la Constancia, y no dudamos llamarán la atencion por su orijinalidad, buen gusto y esmero con que estan concluidas todas las piezas, mereciendo muy particular distincion una silleria, cuyos asientos, sosteni- dos cada uno por tres hojas de cardo y coro- nado por un respaldo figurando un entre- gas, latinas ó quizas etruscas, citando pa- sajes de Ciceron, y Virjilio, verda- deras margaritas que caian ¡ay! como el es- tiércol de Ennio á los pies de su caballe- ria. (Se concluirá en el número inmediato.) tejido de parra con sus ópimos racimos, reune en si esa esbeltez y soltura que cau- tiva el gusto. ¡Leer á los españoles que como este saben dar un impulso tan directo á las artes! Las personas que gusten juzgar por de la verdad de lo que acabamos de decir pueden pasar al almacen del Señor Don Jor- je Loring, donde dichos efectos se hallan espuestos al público todo el dia de hoy. Nuestro corresponsal de Granada, con fecha del 24, nos dice lo siguiente: Supuesto que ya sonó el repique la glo- ria y que tambien pasó el alegre domingo de resurreccion, que ha sido el primero de la deliciosa primavera, dice á Vstedes cuatro palabras sobre la nueva compañía cómica de esta capital, y sobre el teatro. La empresa, á pesar de sus apuros y quitando de allí para poner aquí, ha logra- do al fin traer un número escojido de ac- tores, entre los que figuran el señor Va- lero, la señora Yañez, el señor Calvo, los señores Lumbreras y Caltañazor y otros mas que medianos. El Ayuntamiento tambien ha ecsornado su palco con ricas colgaduras de terciopelo, con bancos forrados de grana y con papel de gustó en las paredes; ha au- mentado las luces y los asientos en lo que llaman alojeros y compuesto con decencia y hasta con lujo las lunetas y palcos. A oche se estrenaron los actores con la co- media del señor Rubí titulada Detras de la cruz el diablo, y no disgustaron, á pesar de lo mucho que se ha visto es la funcion, que es endeble y de poco écsito para todos. Ya ve- rémos en adelante. Ha llegado á Madrid Místerr Artot, uno de los mas célebres violinistas de Europa, y que ha producido últimamente en los Estados- Unidos un entusiasmo dificil de describir. Se ha descubierto en una pequeña igle- sia de un departamento de Francia un cua- dro de Rubens, que representa el nacimien- to de Jesucristo, y estaba oculto detras de un confesonario. En el teatro real aleman de Dresde se ha representado por primera vez la nueva ópera titulada Juana de Arc, cuyo libreto ha sido puesto en música por el célebre compositor Baron Vesque de Puttlingen, individuo del Consejo de estado en Austria, á cuyo injenio se deben varias partituras de música relijiosa, dos grandes sinfonias y una infinidad de cuar- tetos y quintetos publicados con el seudó- nimo de Juan de Havel. La ópera de Míster de Puttlingen es nota- ble, especialmente por sus melodias orijina- les, injeniosas y perfectamente adaptadas á la letra: la instrumentacion es tambien her- mosa y concienzuda. Míster de Puttlingen de- be estar sumamente reconocido á la bené- vola acojida que el público dispensó á su spartito: la mayor parte de las piezas se repitieron á instancias suyas. En Praga se ha representado con mu- cha aceptacion la trajedia titulada Lucrecia, de Míster Ponsard, traducida en verso boemio por Míster Daniel Zeidl. Los periódicos de Paris del 6 de mar- zo anuncian la primera representacion de la nueva ópera de Donizetti titulada: Maria Padilla, que ha debido verificarse en la no- che del mismo dia en el teatro de Ver- salles. Este nuevo spartito tiene prevenido ya en su favor al público intelijente, pues, segun los elojios que han hecho las per- sonas que asistieron á los ensayos, debe creerse que el écsito de Maria Padilla ri- valice, si es que no aventaja, al que obtu- vieron la Luccia y La Favorita. TEATRO. Hoy domingo se ejecutará la comedia nueva en este tea- tro, en dos actos, titulada: LAS CARTAS DEL CONDE- DUQUE. Seguirá un buen intermedio de baile. A continua- cion se pondrá en escena la jocosa pieza en un acto, nomi- nada: MATAMUERTOS Y EL CRUEL. Seguirá otro inter- medio de baile, y se dará fin con un gracioso sainete. Imprenta y librería de los SEÑORES CABRERA Y LAFFORE, edi- tores, calle de Granada, número 74.

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