CODEMA_19-PRE-EG-454

CODEMA 19-PRE-EG-454

SummaryNúmero 10 de la segunda serie de "El Guadalhorce" que incluye "Astronomía. La Luna", un romance, la continuación de "Noticias de la China" e "Historia natural. Las focas".
RepositoryHemeroteca Digital. Biblioteca Nacional de España
TypologyOtros
Date1840/06/07
PlaceMálaga
ProvinceMálaga
CountryEspaña
NoteImágenes: https://hemerotecadigital.bne.es/hd/es/viewer?id=4576dc0f-1154-43e1-8f9f-5f543b8c007a

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El Guadalhorce. PERIODICO SEMANAL DE CIENCIAS, LITERATURA Y BELLAS ARTES. Segunda Serie. DOMINGO 7 DE JUNIO DE 1840. Tomo. 1.º = Numero 10.º ASTRONOMIA. LA LUNA I. (1) Esa reina de la noche, que iluminan-do el firmamento, fué señ[a]lada por Dios pa-ra ser la antorcha de la tierra, es un miste-rioso mundo que desdeñamos estudiar por la costumbre que tenemos en atravesar la vida con glacial indiferencia. Su historia es de las mas peregrinas entre las noticias de los hombres, y el conjunto de sus maravi-llas es la inspiracion de mi mente. ¿Quién será el que no palpite con indefinible me-lancolia, contemplando el astro hermoso des-de el campo de la patria, desde la inmensi-dad de los mares ó por entre los tejos del sepulcro? ¿Quién no enjugará una lágrima, vertida por el placer, y producida por la virtud ante los hermosos ojos y la sonrisa inefable del objeto de nuestra ternura, si la blanda luz del planeta la inuunda [sic] con sus trémulos hilos de oro al acento del ruise-ñor..... de ese cantor de las florestas, vani-doso con su nido?..... ¿y qué filósofo, en fin, si vaga por las ruinas, mudos fracmen-tos del orgullo, y tambien perecederos, no siente la divinidad y la magestad del Eter-no, en la placidez de la Luna, cuando re-fleja su pálida diafanidad sobre los colosos (1) La gravedad del asunto y los límites del Guadalhorce me obligan á dividir en dos cuadros la filosofia de mi pensamiento. de Menfis, sobre las cúpulas de Roma, so-bre la entreabierta nube, que ha rasgado la tormenta, sobre las almenas góticas, sobre los campos de sangre, que al grito de ho-nor falaz diezma las generaciones, sobre la crápula y festines y sobre la choza del mendigo!! A la verdad que el cuadro es gran-de si mi pintura le realzara, y si mi propia fantasía Iuciese con su magnificencia! Este planeta secundario, satélite de nuestro globo, que gravita hácia la tierra, y que llena con sus resplandores, en el ra-dio que la separa, mas de 90000 leguas (1) es cuatro veces menor que la superficie que habitamos. De aqui nos parece grande por-que le vemos 340 veces mas inmediato que el sol. Sus doce revoluciones de oc-cidente á oriente, siempre en torno de la tierra, en el entretanto que está hace sola-mente una, se llaman meses periódicos, y comprende cada una 27 dias y ocho ho-ras, porque el retorno de sus conjunciones ó mes lunar ó sinodico se verifica cada 29 dias 12 horas y 44 minutos; y la suma de 12 meses sinodicos forma el año lunar, unos once dias mas corto que el año solar. Iluminándola el sol por el único hemisfe-rio que presenta, y no teniendo el movimien-to de rotacion de la tierra, son de una per-fecta igualdad sus dias y noches; pero los días de la Luna valen tanto como 14 dias, 18 horas, y 24 minutos de la tierra. El se-micirculo imperceptible, que, á semejanza (1) 97440 leguas segun Monsieur. Deleuze. 74 de la creciente de oro del estandarte de Ma-homa, se llama la luna nueva, y que se acre-cienta gradualmente hasta tocar al plenilu-nio, á medida que el planeta se aleja y se opone al sol, muda sus cuernos á occidente cuando principia á menguar. Apenas ha descendido el sol, imperceptible átomo de otros soles, en la inmensidad del espacio, por los reducidos límites de nuestro invisi-ble horizonte asciende la Luna llena con ma-gestad y lentitud sobre nuestro suelo opaco; y si hubo un observador que la estudiase cuidadoso en la época de su cresciente, mi-raria con cierto asombro que una parte de aquel astro tenia una luz menos brillante que la visible en la tierra; fenómeno que se produce, porque entonces la parte mas luminosa de nuestro mundo está vuelta há-cia la Luna y lleva á su opacidad cierta can-tidad de luz que se refleja de nuevo, que nos devuelve cariñosa, y que se va debili-tando segun que se acerca á sus cuadrantes. Algunas esplicaciones aclararán estas doctrinas: la conjuncion de la Luna con el sol se verifica cuando se halla entre este gran luminar y la tierra: entonces es luna nueva; pero está en oposicion, cuando la tierra se interpone entre el sol y la Luna: entonces es luna llena. Obsérvese, sin em-bargo, que estas dos faces (1) del plane-ta, ni son estacionarias ni directas en un sentido rigoroso, porque, si se concibiera una cuerda que pudiese atravesar los ejes de los tres planetas, habría en el primer caso un eclipse de luna, y otro de sol en el segundo para los que moramos en la tierra. Cada 19 años está la tierra en conjuncion, en oposicion ó en cuadratura por una ley matemática, y aqui la ciencia del astróno-mo, que el vulgo apenas concibe, es la cien-cia de los números. Este es el ciclo lunar. Como la figura del planeta es una mis-ma á nuestros ojos, si hubiese en ella esos seres que Fontenelle imaginaba, (2) la mi-tad de sus vivientes jamas verían nuestra (1) Llamanse fasces las diferentes grada-ciones de la luz solar en la luna. (2) Vease la Pluralidad de mundos de es-te autor. tierra, á menos que un nuevo Gama, tan osado como Cook y como Colon constante, nacido en ese hemisferio que ven las estre-llas fijas, que inunda el sol á su vez, y que no vemos nosotros, no diese la vuelta á la Luna, como la dieron al mundo esos náuticos famosos; y entonces, ¡oh, que espectáculo detendria á nuestro viagero!... Vería un glo-bo luminoso cuatro veces mayor que el sol, siendo luna de la luna!! y si el viagero era poeta, si tenía nuestras miserias, ó nuestro elevado espíritu, haría tambien la apoteo-sis de la reina de la noche, crearía otra nue-va Diana de dimensiones gigantescas, y es-tasiado con la luz que reflejaba nuestro glo-bo ¿como pudiera pensar que otro habitan-te como él, que la fama llamó Herschel, lle-no de un grande aparato se afanaba en dis-tinguirle con unos frágiles lentes á distancias infinitas?... Como en la Luna no hay crepúsculos el observador de allí no vería la luz del sol sino á su nacer hermoso: cesaría de contem-plarla en el momento en que se pone. ¿Ha-brá alguno de nosotros que no haya visto nuestros montes dorados en sus altas cimas con los rayos postrimeros del sol, cayendo en el occidente, cuando ya no iluminaba al ha-bitante de la llanura? Sin embargo las sua-ves luces del crepúsculo y las nubes encen-didas, prismas dulces de la tarde, nos acos-tumbran á su ausencia; pero el morador de la Luna jamas ha podido gozar este sublime espectáculo ni estas gratas transiciones, que el Creador ha establecido antes que nacie-ra el hombre. Cuando los montes de la Luna se inundan de luz solar, como notamos fa-cilmente, ayudados del telescopio, al pie de la misma montaña ecsiste una noche densa, que son esas negras sombras que observamos admirados. Lo diré con mas vehemencia: si hay quien habite la Luna, quien discurra por sus valles, verá levantarse el sol; sus manos serán heridas de sus rayos; pero pisará en la noche, á la manera de la luz que penetra en nuestros cuartos, que ilumina sus paredes y que deja en tinieblas los rincones donde no alcanza. Tampoco el dia se difunde sobre la su- 75 perficie de la Luna con igual velocidad que sobre la superficie de la tierra. Cuando aquí el sol aparece, podemos asegurar que antes de 15 minutos habrá estendido su luz so-bre una zona de 50 leguas; pero en las la-titudes equivalentes de la Luna el espacio que recorre el astro durante este mismo in-térvalo no pasa de un cuarto de legua. Así, pues, si hay allí moradores, como parece ve-rosimil, y de que me ocuparé muy luego, y temen la mutacion dura de entrar en una no-che helada por dejar un sol vivífico, halla-rian modo de evitarlo, caminando al occi-dente. Marchando á legua por hora, irían anunciando la noche como esas aves agore-ras que cruzan nuestro crepúsculo. Pero la noche de la Luna es sumamente desigual en la redondez del planeta. Los ha-bitantes antípodas del hemiferio que siem-pre vemos, serán mucho mas infelices, que sus hermanos de aqüende. Sumergidos en una noche densísima, no tienen otros lu-minares que los débiles reflejos de las estre-llas remotas, en tanto que los que miran el as-pecto de la tierra, se ven completamente iluminados por una magnífica Luna, aunque con las mismas fasces que la que nosotros vemos. Empero es muy diferente en su ta-maño y movimiento. La luna que ve la Lu-na, está inmóvil en el vacío, porque nuestra rotacion diurna apenas es perceptible á una distancia tan inmensa. Es una lámpara eter-na colgada por el Creador bajo la celeste bó-veda... ¡Ah! si pudiésemos mirarla sin so-ñar como Ariosto, ó sin mentir cual Berge-rac, nos parecería gigantesca!!... ¡Y esta luna es nuestra tierra! Si hay criaturas ra-zonables en las soledades de la Luna, co-mo aqui tenemos sabios sin haber abierto un in-folio, que grandioso objeto para ellos de investigacion curiosa! Caravanas innumera-bles vendrán de su opuesto hemisferio á contemplar nuestro globo, género de pere-grinacion que contiene menos leguas que la visita de la Meca: apenas llegarían á 500!! Y ¿qué dirían, sus astrónomos al con-templar la tierra-luna trece veces mayor que su reducido globo, menos brillante que la nuestra; pero de una luz vivísima entre blan- quecina y azulada? Y si tienen instrumen-tos que aprocsimen las distancias, notarán que nuestro disco, aplastado hácia los polos, se mueve continuamente sobre dos ejes siempre fijos. ¡Qué relox tan admirable y que sucesion de manchas de tibio color de leche y ligeramente azules! En el espacio de veinte y cuatro horas nuestros grandes continentes, nuestras pe-nínsulas famosas y nuestros vastos océanos pasarían como en revista del filósofo luná-tico. Ya vería una blanca zona al parecer mas luminosa: es el continente africano; es el arenal de Sahara. Aquella otra mancha vi-va que se sucede en su centro es todo el an-tiguo mundo. Esa cinta que limita la opa-cidad del océano, y que toca entrambos polos, es la celebrada América; y ese es-cuerzo brillador que el observador distin-gue es la apariencia de la Europa...! Duda- como nosotros si tenemos habitantes?... Le hará célebre su hipótesis?... Que nunca baje á la tierra, si ha creido que son seres perfectos estos seres sublunares!! Ildefonso Marzo. ROMANCE. I. Entre claro y entre turbio, entre luna y entre sol, robando á la noche sombras y al dia escaso fulgor, pardo, gris, entreverado mostraba su indecision el cielo que un hora antes de puro azul se vistió. Rojas tintas despedia, cual volcánica erupcion, la crespa sierra de Mijas, tapando celosa al sol; y hácia su frente abortaba nubes de adusto negror el horizonte, trocando ora en luto su arrebol. Cien naves empavesadas se mezclan en confusion del malacitano puerto en el seno protector; y muy mas de cien hermosas, 76 honra de Málaga y pro, giran sobre el ancho muelle en vistosa reunion, ó bien en grupos refluyen, rondas formando de amor, en la espaciosa alameda, ya de las gracias mansion. Gigantes álamos verdes, velando alli en derredor, mecen sus frondosas ramas del viento al soplo veloz, que, audaz por demas, descubre, á guísa de jugueton, graves secretos de estado en las querellas de amor. Albricias dan y reciben los amantes del salon, y en pago de una sonrisa, media tinta del pudor, hay trovador que enagena alma, vida y corazon. Crúzanse en rápidos giros, cual celeste ecshalacion, vivas miradas de fuego volcánico, abrasador; y hay ojos que arrojan rayos y se parecen al sol, mas aun que en su hermosura, en que luz de todos son. Crúzanse tambien adrede en opuesta direccion Gaiferos con Melisendra, Diana con su Endimion: y mas que todos rendido amartelado amador, tierno doncel codicioso de su doncella va en pos. De cuatro lustros escasos da muestras el infanzon, que apenas estéril bozo, sus mejillas sombreó: cuelgan sus largos cabellos (del tiempo de Calderon) dando recato á la oreja, en forma de caracol: al jubon del maragato, su levita remedó que tan escasa es de cuello como pobre de faldon; y enorme palo de estuco ó maza de gladiador sostiene y juega en su mano, cual diestro tambor mayor. La pudibunda doncella que arrastra su corazon, lleva un aire, que pudiera mas bien llamarse aquilon, segun desparrama el garbo desde babor á estribor. No es blanca; pero es morena, que vale mas, vive Dios: sus ojos son mas picantes que granos de pimenton; negros, ardientes, castizos de la patria de Almanzor: sus pies se pierden de vista segun de pequeños son: sus blandas formas ostentan simétrica profusion, y hay allí bajos relieves que Venus misma envidió. Entre la confusa turba que hormiguea en el salon, se desliza esta hermosura tipo del garbo español; y de entre sus labios rojos simulada resbaló misteriosa una palabra que el galan tan solo oyó. «A das doce,» murmuraba este en apagada voz, y sus ojos se encendieron, y su pecho palpitó: y á poco en distintos rumbos se alejaron del salon Gaiferos con Melisendra, Diana con su Endimion. II. Tiene Granada su Alhambra, que envidia del moro es: su esbelta torre Sevilla presenta con altivez: tiene Cádiz sus bajeles, gótico alcazar Jaen, y Córdoba su mezquita, y su blasones Jeréz; mas ni Granada, ni Cádiz, ni Sevilla, ni Jaen, ni Córdoba la sultana, ni la nombrada Jeréz, valen tanto como Málaga con su barrio del Perchel. No hay soberbios minaretes, ni arcos ojivos en él, ni alcurnias de pergamino, 77 ni blasones de arambel; pero hay salero por junto, que del gusto la ley. Intrincado laberinto, que es de corazones red, forman sus calles, torcidas mas que la vara de un juez; y no es dado andar derecho donde hay tanto torcer, que es el suelo de salitre y cada paso un tras-piés. Medrosa noche y oscura cobija en su lobreguéz amores de tapadillo y finezas de alquiler: y el solitario sereno, nacido para hacer bien, da el alerta á los amantes y le recibe á su vez. En senda capa embozado, oblicuando un calañés, y en apostura de jáque sosteniendo la pared, vision ó duende nocturno clavado en frente se de una reja tan antigua como el arca de Noé. La tibia luz de una làmpara, que no lejos arde al pié de una imágen de la vírgen protectora del Perchel, alcanza apenas al bulto, que, de la noche á merced, espera desesperado y dándose á Lucifer, porque las doce esta noche vienen mas tarde que ayer. Buen sereno, vaya un puro: ¿me querrá decir usté si el relox aquesta noche llega á las doce? Pardiez que la pregunta es curiosa: espere vuestra mercé tres cuartos de hora, y oirá... ¡Santo Cristo, amparamé! ¡Tres cuartos de hora y hace una que estoy como Vsted. me . Vaya otro puro: adelante su relox por esta vez. Estimando, parroquiano Buenas noches. Mande usté. Y á poco «las doce en punto» gritó una voz de tonel. Aun zumbaba en el espacio el ex abrupto arancel, cuando abrir una ventana tras de la reja se , y que con paso callado el impaciente doncel cruza la calle y se acerca donde le espera su bien. Puntual estuviste, Enrique. Mas que lo piensas Ines, pues te hago la centinela casi desde anochecer. ¿Eso es amor? Es delirio; fuego que siento correr por mis venas; es locura... Tanto me quieres, mi bien? Si te digo que te quiero, Muy corto me quedarè: te idolatro, dueño mio, que eres mi Dios y mi ley..... Y asi, poco mas ó menos, con frases de este jaez diluviaron las ternezas; fingiose luego desden, volviéronse á hacer las paces, tornáronse á deshacer, se proponen concordatos, pónese en ellos cercen, si eres falso, si ingrata, y en medio de este vaiven pídese por últimatum ósculo tierno de . Niega el veto melindrosa, con tintas de rosicler, la desdeñosa doncella celosa de su honradez. Ah! si la importuna reja no velara tu esquivez, yo venciera tus desdenes en esos labios de miel.- Y tal diciendo, ganoso el tierno amador novel de dar fin á tantas ansias, sin contar con el despues, la blonda cabeza ensarta del duro hierro al través. En esto una voz terrible, bronca, estentórea, cruel, voz de trueno que estremece, grita desde adentro: «Ines!» ¡Hija liviana, en tu amante mi deshonra vengaré!» Y horripilado y mohino 78 el trovador del Perchel, prendido en la añosa reja, cual pajarillo en la red, jura, patea y se esfuerza por salir del entremes; y apenas lograrlo pudo, y mas volar que correr, dejando allí las orejas como prendas de su fe. J. M. Bremon. NOTICIAS DE LA CHINA. CONTINUACION. En la China son los padres árbitros de la vida de su prole: si á las familias de es-casos recursos les nacen muchas hembras, estas, ó son espuestas enmedio de las ca-lles, ó en la corriente de los rios al modo que lo fué Moisés, ó bien vendidas á perso-nas, cuyo tráfico es el surtir los menciona-dos botes, ó la fantasía de los magnates en este género de mercancía; para lo que co-mo verdaderos adeptos, calculan, por los lineamentos de estas tiernas víctimas desti-nadas á la esclavitud y al vicio, si podrán algun dia compensarles los gastos y cuidados de muchos años. Decididos estos rufianes por la afirmativa, las educan para el intento enseñàndolas cuantas habilidades y arterías las atraigan admiradores en lo sucesivo, y aun les quiebran los pies para darlas el último toque de perfeccion china, que es el de fin-girlas de alto linage. Estando yo en Canton en 1826 se descubrió por los mandarines una compañía con ramificaciones estensas por todo el Imperio, y que había acumu-lado grandes riquezas en este comercio in-fame: ademas del modo indicado, robaban ni-ñas de mediana edad, y de cualquier familia, enviándolas de una á otras provincias, para ocultar su manejo. Todos los socios de am-bos secsos fueron aprehendidos, y senten-ciados á perder todos sus bienes, á sufrir el castigo del Congú (1), á ser apaleados, y desterrados á la Tartaría por toda su vida. Volviendo á nuestro asunto: no se li- (1) Especie de pilori ambulante. mita la politica China á impedir que los es-trangeros comuniquen con muger indígena ó forastera; los chinos mismos no pueden contraer alianzas, sino en su territorio: bien es verdad, que no les es lícito salir de él: porque si muchos millones de ellos pueblan las islas de estos mares, y aun el continente índico, eludieron la vigilancia del gobierno en buques con pases costaneros, dejando á sus mugeres, (si las tenian) y eligiendo otras nue-vas en los paises á donde transmigraron; porque los chinos mal pudieran pasarlo sin este artículo para ellos de necesidad y lujo. Cuando regresan á su pais natal, dejan á sus esposas é hijas ecsóticos, y tornan á la primitiva querencia. No hay pues en la Chi-na mas mugeres que las nativas. Despues del asalto de la Factoria en Cantón continuó la mala inteligencia entre chinos é ingleses: el comercio sufrió mu-chos quebrantos y paralizacion en los nego-cios, hasta que los sobrecargos Misteres. P. y B.... cuya conducta fue desaprobada por la direccion general de la compañia en Londres, hicieron su dimision, y otros nue-vos medio compusieron, aunque en falso las goteras de aquella amistad forzada; con esto creyó el gobierno celestial había recu-perado los grados de supremacía, que per-dieron para con los ingleses en los años an-teriores; y el relevo de los sobrecargos le confirmó en la idea de que era aun mas temido en Europa por los soberanos mis-mos, que en la China por los meros indivi-duos subalternos, que de cuando en cuando venían. Bajo esta idea ofreció en 1834 otra escena escandalosa, que tocaré aunque ligeramente. Continuará. 79 HISTORIA NATURAL. Las Focas. Bajo esta denominacion genérica se han comprendido varios animales anfibios, de la clase de los mamíferos, como son los leones, bueyes, bacas, carneros, elefantes de mar &c., segun la semejanza que se creia en-contrar con los animales terrestres que lle-van estos nombres. Las focas son animales acuáticos, y no se les encuentra sino en la mar, porque en efecto no las hay verdaderamente fluviales, pues aunque á veces viven en las emboca-duras de los grandes rios, solo salen á sus orillas para descansar ó para dar de mamar á sus hijuelos. Su forma es mas ó menos pro-longada, como la de los acuáticos vertebra-dos, y sus miembros dispuestos en forma de ramas, son notablemente cortos: sus vérte-bras son numerosas, y la sustancia que las une es mas abundante que en las especies terrestres, y presenta en cada cartílago in-tervertebral una cabidad central llena de una pulpa rojiza, lo que esplica su estraordina-ria facilidad para los movimientos, que no son tan estensos cuando se halla en tierra. Unas caminan por contracciones y oscilacio-nes de su cuerpo, aplicando sus miembros anteriores á los flancos ó costados, y ser-pentean, por decirlo así; otras se sostienen sobre sus patas, y á costa de penosos esfuer- zos, que son esactamente semejantes á las undulaciones de los gusanos, avanzan arras-trando la parte posterior del cuerpo. Las orejas, los dientes, la forma del crá-neo, y por consiguiente la de todo su cuer-po, varian mucho en las diversas especies de focas, y estos elementos que pudieran muy bien servir para su esacta clasificacion, se modifican por la edad á términos de no poder distinguir el jóven del adulto en una misma especie: seguramente esta es la causa de las infinitas clasificaciones que de las fo-cas se han hecho, confundiéndolas en grupos de los cuales solo presentamos á nuestros lec-tores la foca comun (fhoca vitulina) y la de trompa (fhoca leonina, Lin.). La prime-ra, que va en cabeza de este artículo, es el tipo de esta seccion: vive en las costas de Europa desde España al cabo Norte, en las de Islandia y aun en la de América, y Monsieur. Cuvier la describe dándole tres pies de lon-gitud, un color pardo amarillento sembrado de manchas negruzcas irregulares: cuando el animal sale del agua toda la parte superior de su cuerpo y de su cabeza, sus miembros posteriores y su cola toman el color de la pizarra: el color gris de la linea media de todo el dorso, de la cola y de las patas es uniforme, los costados están sembrados de pequeñas y numerosas manchas redondas sobre un fondo amarillo: todas las partes in- 80 feriores son de este mismo color, y con la edad disminuye la intensidad de estos colores, y queda blanquizco. La foca de trompa (vease el gravado que va al fin del articulo), vive en los ma-res del Sur, especialmente en las costas de la Patagonia y de las Malvinas. Los pesca-dores americanos la llaman Leon marino: la nariz del macho se prolonga en forma de trompa, blanda, eréctil en la época de los amores: su color es pardo claro. El macho es doble mas largo que la hembra: algunos se han visto de diez y ocho á veinte pies: caminan en pelotones de 150 á 200, y el nú-mero de las hembras es siempre mucho mayor. Salen á tierra en el mes de octubre, pro-crean, y vuelven á la mar en el de marzo. La caza de esta especié solo se hace por la grasa, pues la piel es poco consistente y se seca con prontitud. Las focas, como todos los mamiferos marinos, tienen el sistema vascular muy de-sarrollado, de modo que por la mas ligera herida pierden considerable cantidad de san-gre. Se ha supuesto que la facultad de vi-vir en el agua la deben, á que el agujero de Botal (1) queda espedito, pero está probado (1) Este agujero establece comunicacion entre las auriculas del corazon en el feto de los mamiferos; pero se cierra en el momento del nacimiento. que esta comunicacion se obstruye en los mamìferos. Los buques destinados á la pesca de las focas son de muy sólida construccion, y de trecientas toneladas á lo mas: van provistos de pipas para el aceite, y arpones como pa-ra la pesca de la ballena: dos marineros van en cada bote, y luego que divisan las focas saltan en tierra, y heridas pierden como hemos dicho casi toda su sangre, y quedan en poder de los marineros, orgullosos de sus triunfos: el aceite se consume en los Estados-Unidos, y las pieles se permutan en la China por y otros efectos. Los ingleses y los americanos, que son los que con preferencia se ejercitan en esta pesca, hallan hoy mil dificultades para com-pletar sus cargamentos. Las focas han aban-donado las costas de la Flasmania (Wan-Diemen) y han huido hacia las costas de la Nueva Holanda; tambien se las halla cer-ca de las islas del Japon, California, Kamts-chatka y las islas Kouriles. Parece que este género no habita el mar de la India, ni los golfos Pérsico y Rojo. Monsieur. Pallas asegura, que una sola es-pecie vive en el Mediterráneo, y aun en el mar Caspio. Georges. Cuvier ha indicado en los terrenos terciarios restos fósiles de esta misma es-pecie. DIRECTOR Y EDITOR, A. J. VELASCO Málaga: Imprenta. del Comercio.

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