CODEMA_19-PRE-EG-456

CODEMA 19-PRE-EG-456

TitleCODEMA 19-PRE-EG-456
Text type
SummaryNúmero 28 de la segunda serie de "El Guadalhorce" que incluye los artículos dedicados al comercio, música y moda, fragmentos de "Lord Byron en Newstead" y "Cronología del entendimiento humano" y algunos poemas.
RepositoryHemeroteca Digital. Biblioteca Nacional de España
TypologyOtros
Date1840/10/11
PlaceMálaga
ProvinceMálaga
CountryEspaña
NoteImágenes: https://hemerotecadigital.bne.es/hd/es/viewer?id=1fa72879-768c-4185-b959-dd5ade9ce171
TranscriptorIván Muñoz Muñoz y Estrella García Muñoz

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El Guadalhorce. PERIODICO SEMANAL DE CIENCIAS, LITERATURA Y BELLAS ARTES. Segunda Serie. DOMINGO 11 DE OCTUBRE DE 1840. Tomo. 1.º = Numero 28.º Indice de este número= El Comercio. Artículo 1.º . A la bella marquesa de Arcos, poesia. Lord Byron en Newstead. Cronologia del entendimiento humano.—Música.—Modas. Lámina: Figurines y Música. EL COMERCIO Articulo 1.º La historia del comercio forma una parte muy esencial en la historia de la ci-vilizacion moderna y se halla al mismo tiem-po casi desatendida en la de los pueblos de la antigüedad. A primera vista sorprende esta anomalia. ¿Pues que, se dirá, la mara-villosa Atenas, cuyos recuerdos, cuyas le-yes, no menos que su gusto esquisito en las artes, nos llenan de admiracion; la soberbia Roma, cuyos monumentos nos asombran, cuyo Iujo y esplendor llegaron al mas alto grado de magnificencia, esas antiguas ca-pitales del mundo y de las ciencias fueron menos grandes, menos cultas que lo llega-ron á ser en la edad media Venecia la en-cantadora con sus palacios flotantes y la misma ciudad de san Pedro con sus artes, sus templos suntuosos y su poderosa in-fluencia en los destinos del universo? La Roma antigua conquistando el mundo con sus armas, asi como la Italia cristiana do-minándole con el prestigio religioso, pue-den considerarse como los centros de la civilizacion de una y otra época y sin em-bargo en la primera el comercio era des-deñado por aquellos orgullosos guerreros, al paso que en la segunda se miraba ya, no solo como un elemento de prosperidad, sino tambien como un principio civilizador. La causa de esta diferencia debe buscarse en el mismo espiritu de las instituciones sociales: aquellos soberbios estados de la an-tigüedad cimentaban su poder sobre el va-no aparato de la fuerza material; puede decirse que eran pueblos de soldados y de esclavos: el trabajo y la industria se consi-deraban como egercicios impropios de los hombres libres y cuando se agotaban los recursos necesarios para sostener la prepon-derancia militar venia á tierra el árbol que creció sin raices que le sostuviesen. Por el contrario las sociedades modernas, creando aquellos intereses que constituyen la verdadera fuerza de las naciones, se liga-ron unas á otras con vínculos eternos de reciproca conveniencia y el comercio, es-trechando estas relaciones, es la balanza que sostiene el equilibrio político entre los pue-blos civilizados. Desempeña ademas el comercio una alta mision de cultura y hu-manidad: su influencia activa y eficaz hasta en los pueblos mas bárbaros ha sabido do-meñar los mas feroces caracteres y suavi-zar las costumbres mas groseras y la afi-cion que inspira hacia las comodidades de la vida no menos que el trato que propor-ciona entre gentes de tan diferentes usos y orígenes son los medios que emplea para introducir lentamente los gérmenes de la civilizacion y llegar á establecer la mas completa armonia. Con títulos tan gloriosos al reconoci- miento del género humano nos ha parecido 228 muy digno el comercio de ocupar por un momento la atencion de nuestros lectores; y asi nos proponemos trazar una sucinta re-seña de su historia, ya que no nos permita estendernos en esta interesante materia la concision que ecsige un artículo de pe-riódico. Uno de los primeros pueblos que adqui-rieron celebridad por su comercio fué el de los fenicios. Situado en las costas de un pais árido y estéril y rodeado ademas de naciones poderosas, supo sin embargo lla-mar la atencion universal por su engrande-cimiento mercantil. La emulacion que esta prosperidad causaba le atrajeron el odio de los demas pueblos orientales y una obsti-nada lucha que concluyó por destruir á Ti-ro, capital de la Fenicia; pero sus indus-triosos habitantes, á quienes daban los de-sastres nuevo vigor, hallaron medio de trans-portar sus riquezas á un lugar no lejano, don-de se vió á poco nacer otra segunda Tiro mas opulenta y fuerte que la primera y que, poblando el mediterráneo con sus ba-jeles, envió sus colonias á los paises mas distantes y desconocidos. Una de ellas dio origen á las [sic] célebre Cartago, cuya desme-dida ambicion llegó á serle bien funesta. Habia estendido esta nacion sus relaciones comerciales desde el mar de las Indias has-ta la parte occidental de Africa y, com-prendiendo todas las costas del Mediterrá-neo, se introdujo en España, en las Galias y hasta en la Gran Bretaña, conocida en-tonces bajo la denominacion de islas Ca-sithérides. La prepotencia que adquirieron los cartagineses por la superioridad de su cemercio [sic] les hizo aspirar á la gloria de las conquistas y celosos del engrandecimiento que obtenian los romanos con la fortuna de sus armas se propusieron vencerlos, único paso que les faltaba para alcanzar la mo-narquia universal. Célebre es en la histo-ria de los siglos esta lucha obstinada en que dos pueblos sobresalientes se disputaban la soberania del mundo y sabido es tambien que la victoria, si al principio se ma-nifestó propicia á los de Cartago, los aban-donó despues y ató al carro triunfal del vencedor el poder, las riquezas y hasta el nombre de este pueblo famoso. En su rui-na hubiera ido probablemente envuelta la del comercio, si la Grecia, aprovechando las nociones que habia adquirido en este ramo por su trato con los fenicios, no le hubiera cultivado con ardor; pero en especial la is-la de Rodas y la colonia de los focios, fun-dadora de Marsella, fueron los pueblos que mas partido sacaron de la catástrofe de los cartagineses. En el reinado de sus primeros empe- radores echó Roma de ver la necesidad de ocuparse del comercio, tanto para entre-tener su marina como para sostener sus re-laciones con los paises mas apartados de sus vastos dominios. Considerado bajo esta mi-ra puramente politica y prohibido á la no-bleza por leyes especiales emplearse en esta profesion, el comercio entre los roma-nos, á pesar de la posesion de Alejandria, emporio y escala de todo el oriente, no lle- á un alto grado de prosperidad hasta que trasladada la silla del imperio á Cons-tantinopla entabló esta capital sus relacio-nes mercantiles no solo con los pueblos orientales, usurpando á Alejandria este privilegio, sino tambien con todas las na-ciones de Europa y vino á ser el punto donde refluian las riquezas, el lujo y el mas activo y considerable tráfico. En esta situacion una revolucion la mas espantosa y radical que han conocido los si-glos vino á cambiar totalmente la faz de las naciones del occidente europeo y á su-mirlas en la mas completa abyecion. Tor-rentes de guerreros desprendidos del norte sin mas ley que la fuerza, ni mas egerci-cio que las armas, se apoderaron de estos paises, derribando el coloso romano, carco-mido ya por las semillas corruptoras del vicio y la disolucion. Libertad, ciencias, industria, todo pereció; y el gobierno feu-dal que establecieron los conquistadores era el menos apropósito para salvar de tan completa devastacion estos preciosos teso-ros de los pueblos civilizados. Concretan-donos al comercio solo podremos decir que sino se redujo á la nulidad, porque esto es 229 imposible, retrogradó al menos á su infan-cia. El espiritu marcial y la ignorancia de los señores anatematizó semejante profe-sion y la hez del pueblo que en ella se ocupaba lo hacia con el desmayo propio del abatimiento en que yacia. Sin esperanza de enriquecerse, porque los magnates se apoderaban á su antojo ds [sic] cuanto llegaban á poseer, los plebeyos comerciantes eran so-lo unos histriones que concurrian de feria en feria llamando la atencion del vulgo con espectáculos propios de su grosera es-tupidez y de esta manera facilitaban la sa-lida de su generos [sic]. ¿Ni que otra mira ele-vada podia concebir una clase tan degrada-da por la mas humillante esclavitud? Verdad es que los judios llegaron en aquella épo-ca á hacerse dueños casi esclusivos de to-da clase de tráfico y mercaderia y supieron dar á este ramo alguna mas estension; pe-ro aquel pueblo, envilecido tambien y pros-cripto, carecia de las garantias y de la pro-teccion necesaria para obtener grandes re-sultados y todos sus conatos debian estre-llarse contra el espíritu feroz y mortífero de aquel siglo de hierro. A un acontecimiento tan grande como estraordinario debió el comercio la fortu-na de salir de su lastimoso estado La voz de un pobre hermitaño conmovió al mundo cristiano y todo el que poseia una espada acudió á rescatar el sepulcro del Redentor del poder de los infiales- [sic] Los soldados de la cruz encontraron en oriente un gran tea-tro de gloria y de combates; pero tambien hallaron dulzuras y deleites: la suavidad del clima, la fragancia de los campos, la hermosura de las mugeres, el lujo, en fin, y la molicie de los orientales fueron poco á poco suavizando la fiereza caracteristica de los cruzados; y al regresar estos á su patria cargados con ricas telas y otras pre-ciosidades, introdujeron la aficion hácia los goces y comodidades de la vida, al paso que con la amenidad de su trato contribuyeron grandemente á disminuir la dureza de las costumbres feudales Las relaciones con los pueblos de levante se hicieron cada vez mas estrechas y el comercio cobró con este motivo nuevo vigor y actividad. La Italia fué el primer pais que sacudió el yugo impuesto hasta entonces por el fanatismo, el orgullo y la ignorancia; y lanzándose á la carrera de las especulaciones mercantiles, vino á ser el centro del buen gusto, de las riquezas y de la cultura europea. Del se-no de los mares habia salido una ciudad magnífica y ambiciosa; y, Venecia la hija de las aguas, no tardó en enseñorearse de ellas, formando poderosa escuadras, y apro-vechándose de su ventajosa posicion mari-tima para apoderarse del comercio de Ale-jandria y de las indias orientales. A la prosperidad del comercio en Italia era consiguiente el progreso de su indus-tria. Habían sobresalido especialmente los italianos en la fabricacion de toda especie de tegidos; pero ensayada despues esta ma-nufactura por los alemanes y otros pueblos del norte lograron mayores ventajas que aquellos y les sobrepujaron en este como en los demas ramos de industria manufac-turera. Tal fué la base y el origen del con-siderable comercio de las ciudades Anséa-ticas, que reuniéndose entre si con el fin de darle mas impulso, obtuvieron pri-vilegios de su soberanos para gobernarse por si solas y formaron una confederacion célebre en los anales del mundo con el nom-bre de liga Teutónica. Esta formidable po-tencia comercial llegó á hacerse respetar de las naciones mas poderosas; y hubiera sostenido tan elevado rango, en razon de su engrandecimiento rápido y progresivo, á no ser por las diferencias que se suscitaron entre algunos de sus jefes, diferencias que concluyeron por la disolusion de la liga. En esta época, desembarazados ya los portugueses de las guerras contra los mo-ros, á quienes arrojaron de su pais y aun persiguieron en Africa, empezaban á dar aumento á su comercio con el descubri-miento de la isla de la Madera y otros que hicieron en la costa meridional de aquella parte del globo; pero estaba reser-vada á los españoles la gloria de ensanchar considerablemente la esfera de las relacio-nes y empresas comerciales; presentando a 230 todos los pueblos de la tierra un nuevo mundo rico en producciones naturales, ob-jeto de la ambicion de todas las naciones y punto donde se fijó desde luego la vista de los mas atrevidos especuladores. El descu-brimiento de América, cambiando totalmen-te el giro de los negocios mercantiles, ejer-ció su influencia en la politica y en las mi-ras de todos los gobiernos y señaló el prin-cipio de una era nueva en la historia del género humano. Por esta razon nos ha pa-recido conveniente establecer en tan mar-cado acontecimiénto da division de los dos articulos que nos proponemos escribir para completar el ligero bosquejo que vamos tra-zando. J. M. Bremon. A LA BELLA MARQUESA DE ARCOS. (Habana I84o) Hay, Señora, una ilusion Que dentro del alma crece, Que embalsama el corazon, Y el viento de la razon Asolador desvanece. Asi la rosa temprana Abre su cáliz de amor En la risueña mañana, Y en el sol que la engalana Muere la suave flor. Hay, Señora, un pensamiento Que engalana la ecsistencia, Pero, que frágil portento Dura tan solo un momento, Aroma de la creencia. Asi sus alas de gasa Al viento ofrece amorosa, Y festiva en torno pasa De la antorcha que la abrasa La sencilla mariposa. Hay, Señora, un bello día Que vemos lo que soñamos, Que soñamos la alegria, Y en un vergel de armonia Vemos solo lo que amamos. Asi el pájaro inmortal Que solo en la mente habita, Para gozar celestial De la dicha terrenal De propio resucita. Yo tambien creí, señora. Que, al ver esa noble frente, De mi lira protectora La armonía inspiradora Brotara suavemente. Creí que al oir tu acento Angélica inspiracion, Fácil fuera al pensamiento Trasladar el sentimiento Que nace en el corazon. Creí que al ver tu hermosura De mi labio brotaria Un torrente de dulzura, Que asi la alondra murmura Al nacer brillante el dia. Creí que fácil cantar Tantas perfecciones fuera, Ese modesto mirar, Y ese aroma de azahar De tu megilla de cera. Creí que tu melodía, Lira, mi solo consuelo, A mi labio bajaria; Para cantar, bella mia, Tantas dàdivas del cielo. Pero, ¡ay Matilde! sus dones Mi arpa no me prestó; Y bella entre mis viosiones, Yo amar tus perfecciones; Cantarlas, oh hermosa, no. Jacinto de Sillas y Quiroga. 231 LAS CHULETAS A LA VICTIMA y lord Byron en Newstead. En una lluviosa y melancólica tarde del mes de noviembre de 1805, atravesaba una silla de posta el pequeño lugar de Newstead. Como los caminos de aquella parte del conda-do de Nottinghan no estàn en tan buen estado, que puedan lisongear á los pocos viageros que recorren aquel pais salvage, le sucedió á la silla de posta lo que habia sucedido ya en el mismo sitio á otros carruages en varias oca-siones: volcó al darla vuelta hàcia un palacio antiguo, cuyas altas torres, y los espesos eleva-dos bosques que le circundaban, mantenian allí con su sombra una especie de precipicio húmedo, resbaladizo é intransitable. Los habitantes del lugar que preveian la catástrofe inevitable, se apresuraron á ir á so-correr á las personas que estaban dentro del carruage. Eran un hombre, jóven todavia, y un estrangero de noble y magestuoso semblan-te. En sus facciones parece que se descubria aquella especie de resignacion irónica, que se contrae en la adversidad y en la persecucion de la fortuna contraria: así, mostró mirar la caída, como un acontecimiento natural de su destino, una consecuencia de la fatalidad que le perseguia. A pesar de lo mucho que pade-cia, y de no poder andar sino con gran difi-cultad, apenas salió de la silla, se puso á ayu-dar á los paisanos à sacar á su compañero, preso aun en ella. Luego que se aseguraron entrambos mutuamente de que no habian re-cibido la menor lesion, echaron la vista à su alrededor, por ver si encontraban donde al- bergarse, porque las composturas que habia que hacer en el carruage pedian mucho tiem-po, sin contar con que no habia ningun car-retero en Newstead, y que era preciso enviar à buscar uno al lugar inmediato. --Mi querido amigo, dijo el estrangero, son-riéndose, á su compañero; estamos amenazados à no pasarlo hoy muy esplendidamente. --Estamos hechos ya à estos percances, con-testó el otro viagero. --Y sin embargo, ese es justamente el único genero de infortunio, á que hasta ahora no he podido acostumbrarme con resignación. Veamos; preguntemos á estas buertas gentes, si nos podrán vender; aunque no sea mas que huevos y leche, porque aqui no tenemos que esperar ni la menor pieza de caza, ni el más pequeño bocado de carne. En efecto à todas las preguntas que el es-trangero hizo à los paisanos en buen inglés. ¿Teneis carne? ¿Teneis huevos? ¿Teneis leche? contestaron con un eterno y desconsolador No, sir. En esto un anciano, montado en un fur-goon que guiaba él mismo, llegó delante del palacio, vió la gente que estaba al lado de la silla de posta, atravesó por medio de ella y no tardó mucho en ponerse al corriente de la catàstrofe acaecida á los viageros, y del riesgo que corrian de no comer aquel dia mas que pan negro, ni beber mas que cerveza de-testables Señores, les dijo: aunque no pueda saca-ros completamente del grave apuro en que os veis, podré remediarle en parte, à lo menos. El palacio que estais viendo acaba de entrar por derecho hereditario bajo el dominio de un señor jóven, á quien sirvo de mayordomo, y que debe venir á tomar posesion de él muy pronto. Su madre me ha enviado aqui con algunos dias de anticipacion à hacer los pre-parativos necesarios, porque Newstead hace seis meses que no se habita. Ya comprende-reis que no habré venido à este pais montaraz, sin traer con que pasarlo medianamente. Ahí tengo una empanada de venado, con la cual tendré á mucha dicha poder obsequiaros. Traígo tambien algunas provisiones frescas, una pierna de cordero, y unas costillas de car-nero; pero el cocinero y los criados no llega-rán hasta mañana; y como no tengo á nadie que pueda preparar esta viandas, será preci-so que por hoy os contenteis con la empa-nada. --No tal, dijo el estrangero. En cambio de la hospitalidad que nos ofreceis, y que acep-tamos agradecidos en gran manera, yo os ofrezco mis talentos en el arte de cocina con la mayor franqueza. He sido soldado, y me hallo hoy condenado al destierro: con esto quiero deciros, que me he visto mas de una vez en la precision de plegarme á la necesi-dad, la cual entre otras muchas lecciones no poco saludables que me ha dado, me ha hecho industrioso para luchar contra las contingen-cias de una mala comida. Supongo que habrá en el lugar algun muchacho que vueltas al asador, en que voy á poner esa pierna de cor- 232 dero, que de lo demas yo me encargo. Concluido este festivo tratado, se metieron el mayordomo y los dos viageros en el pala-cio, y tomaron á todo su sabor posesion de la cocina. Encendiose lumbre; una vara de avellano sirvió de asador para la pierna, y el estrangero, quitándose el vestido y remangán-dose, preparó las costillas como sino hubiese hecho otra cosa en toda su vida. Pero, hasta que las chuletas estuvieron sabiamente adere-zadas y cubiertas de manteca, con su migajon de pan desmenuzado, su sal y su pimienta, no notaron que no habia parrillas. Esta gravi-sima dificultad desconcertó un poco y puso pensativo al aparejador gastrónomo... Reflec-sionó por algunos instantes, y despues esclamó con el mismo placer que Arquimedes, cuan-do acertó con su famoso problema: Ya he dado con ello. Con una habilidad y una inteligencia, de que el mejor cocinero de este mundo pudiera darse por satisfecho, encerró una chuleta en medio de otras dos, las sugetó con un hilo, y las puso subre las ascuas. Salió al punto la llama, estremecieronse las carnes en el asador, y el viagero le empezó á dar vueltas lenta-mente. De este modo las dos costillas esterio-res se reducian bien pronto à brasas, pero la de enmedio quedaba sana y salva, jugosa, es-quisita, tierna y en su punto, sin haber per-dido la menor partícula de su sustancia, an-tes bien empapada en los jugos de las otras dos. Vean VVstedes. que buenas invenciones se de-ben á la necesidad: esclamó el viagero, sir-viendo á sus comensales el delicioso plato. Des-de hoy no quiero comer ya chuletas prepara-das de ningun otro modo; le diré à mi cocinero, que las bautice con el nombre de Chuletas à la victima. Sentáronse à la mesa, hicieron honor á las Chuletas, sin olvidar la pierna de cordero, ni la empanada de venado. El mayordomo, hom-bre de buen tacto, hacia los honores de la me-sa con la atencion mas respetuosa, porque se habia penetrado al momento de que sus con-vidados no eran personas vulgares... cuando de repente se sintió ruido de caballos en el pa-tio, y se vió lleger [sic] á galope un jóven de singu-lar belleza. Saltó del caballo en tierra con mu-cho aturdimiento, sin mirar siquiera si el cria-do que le acompañaba le habia podido seguir ó no, y frotàndose las manos con una alegria natural, esclamó: --Mi palacio! mis estados! todo esto para mi!.., A dios pobreza! A dios trebajo! [sic] A dios repreensiones eternas de mi madre!... De re-pente vió á los estrangeros... Salierónsele los colores á la cara, porque podian haber oido sus exclamaciones. Pero esta conmocion de sorpresa y de rubor se desvaneció al instante, y el jóven se acercó á los desconocidos. Estos advirtieron que cojeaba un poco, como que parecia que tenia malo un pie. El mayordo-mo, que se había adelantado hácia el jóven, le mostró respetuosamente su sorpresa de que hubiese venido tan pronto. --Yo no contaba, dijo á su amo, con que Milord llegase hasta dentro de tres ó cuatro días. Milady, vuestra madre, me habia dicho, que V. H. esperaria..... Esperar! esperar!... Ocho dias! ¿no es es-to?... Ocho dias mortales!.... Esperar! ¿y qué? que me hubiesen limpiado, blanqueado, y acaso desfigurado este antiguo palacio de mi tío, mio en el dia! No por cierto; luego que supe su muerte, le fuí à hacer los últimos su-fragios. Despues hice que me tragesen un ca-ballo, y heme aquí en Newstead, antiguo do-minio, donde pasé los primeros años de mi infan-cia ¡Newstead, con cuya posesion tantas veces había soñado cuando era pobre y estaba in-cierto acerca del porvenir!... --Pero quienes son estos forasteros? --Dos viageros franceses, cuyo carruage se ha roto á la puerta de vuestro palacio. Les he ofrecido hospitalidad en vuestro nombre, del mejor modo que he podido. --Has hecho muy bien, Murray, -y se ade-lantó hácia los dos franceses. Señores, les dijo, seais muy bien venidos á esta casa. Yo me daria el parabien de la ca-sualidad que os ha traido a ella, sino debiese esta honra à un accidente desagradable, y so-bre todo si me hallase en estado de recibiros de un modo decoroso. Mostráronle los viageros su gratitud en los términos mas espresivos; y despues de una conversacion, en la cual no le fué muy dificil al jóven lord apreciar las modales distinguidas, el talento y la instruccion de sus huépedes, [sic] le manifestaron estos su deseo de ver el castillo, antigua abadia, cuyo origen se remontaba á la conquista de los Normandos. Se continuará. 233 CRONOLOGIA DEL ENTENDIMIENTO HUMANO. Siglo 27 despues de la creacion. 14 antes de Jesucristo: 1400. 300 LA PROFETISA DEBORA, HERCULES Y AMPHION. Invenciones, progresos de las artes y de las ciencias. Lino inventó el arte de hilar las tripas ó intestinos de los animales para hacer cuer-das sonoras, que sustituyó en la lira á las de hilo que hasta entonces se habian usado. Pasa por el inventor del verso lírico, y es-cribió sobre las plantas y los animales, y un tratado de astronomia en verso. Amphion, Olympo, Marsyas y Orfeo perfeccionan la música, y se hacen célebres en este arte. Este último, Melampo y Meu-beo cultivaron la poesia y la medicina. Es-culapio instruido en la escuela de Chiron unió la cirujia à la medicina é inventó un gran número de remedios. MUSICA. A este número acompaña la cancion titulada: El Desden, letra de Don. Juan Bautista Sandoval, puesta en música por Don. Nicolás Diaz Zavala: á continuacion transcribimos las dos restantes estrofas. 2.ª De mi pecho la llama ardorosa Sin tener compasion despreciaste, Y á otro amante feliz consagraste, Bella esquiva, tu tierna pasion. , del mal que me oprime gozosa, De mis penas te barlas ingrata, Y entre tanto, oh hermosa, me mata De los zelos el fiero aguijon. No enojosa A mis amores Tus rigores Pago den, Que penosa Es ¡ay! mi suerte: Me da muerte Tu desden. Mira afable al que tanto te adora, Cesen, pues, tus desdenes, Elisa. Y tu angélica y tierna sonrisa Grato alivio á mis males dará; Y gozando de plácida calma, Sin sentir ya desdenes ni enojos, Ni nublados veranse mis ojos Ni angustiado mi pecho estará. No enojosa &c. LA MODA. Los aprestos militares de que para su de-fensa se ocupa hoy la capital de la Francia, en manera alguna han entorpecido la marcha de la Reina del mundo, que continua impá-vida ofreciendo á sus adictos los mas esquisi-tos modelos del buen gusto, y el Petit Cour-rier, el Journal de Tailleurs y Long Champs ocupan sus columnas con los resultados mas brillantes de las investigaciones fashionables de las mas célebres modistas y de los sastres mas acreditados. Los almacenes de objetos, de modas pare-ce se proveen para mucho tiempo; y en estos repertorios del buen gusto se encontrarán las mas esquisitas telas, los mas delicados ador-nos, ofreciendo siempre la inagotable va- 234 riedad, aun cuando las murallas de la gran provincia (1) lleguen algun dia à verse coronadas con sus mil cañones y sus 100.000 combatientes. Los franceses entonces como ahora obrarán conforme á su caracter. Mue-lles y relajados en los circulos sociales, en sus brillantes soirees, al par que entusiastas de su honor militar asi empuñarán la pesada lan-za, como admirarán la delicadeza y reconoce-rán las incalculables ventajas de los guantes á la Rusa que Monsieur. Sorré Deslisle ofrece á las elegantes en su casa almacen Rue Vinienne, núnero 33, y asi correrá ansioso de distin-guirse en el campo de batalla, como en los Eliseos, y con el mismo afan que leerá en el Monitor las glorias del pabellon tricolor, de-vorará las columnas del Petit Courrier para estar al corriente de los caprichos de la moda, á quien no siempre tendremos lugar de ta-char de injusta y olvidadiza: previendo que la estacion de los yelos pudiera ser rigorosa [sic] en demasia, se apresura à organizar vestidos de invierno, tomando por modelo, aunque varián-dolos siempre, á los que en la misma estasion usan las señoras de Rusia. Asi que el invierno prócsimo establecerà una semejanza inespera-da entre las hijas del Sena y las elegantes de San Peterburgo. Mas en tanto que este brillante pensamien-to llega á realizarse y cuyos figurines, no tar-darán en llegar, nuestras bellas continuan, aunque con muy ligeras variaciones, llevando sus elegantes vestidos de raso labrado de me-dio color, de merino de seda, y alguna que otra de moire, del corte y adornos de los úl-timos figurines que las hemos ofrecio. Modas de Caballeros. Que no crean nuestros elegantes que el modelo que acompañamos ofrece la definiti-va en cuanto á la parte mas esencial del ves-tido de otoño: esto no es otra cosa que un proyecto de paletot, cuyo corte y adorno no han dejado de merecer la mas amarga critica por parte de algunos adeptos parisiens, no atreviéndose por lo tanto el Journal á pre-sentarlo como adoptable, sino como un ensa-yo susceptille de reforma. En efecto las vueltas cruzadas, los bolsillos bajos y los botones de delante mas bajos que el tronzado [sic] de la cintura, no establecen dife-rencia digna de consideracion entre el último (1) Asi llamaba, á Paris Luis XIV. paletot y el proyecto ó ensayo que represen-ta nuestro figurin. La variedad consiste en que al corte de la es-palda està dispuesto de modo que el talle resulte bastante ancho, à fin de que la abertura de los faldones forme un ángulo desapacible, quedando sin embargo profusamente cruzados, y el ga-lon que guarnece el borde libre del faldon ar-moniza con los de las costuras, ofreciendo una elegante visualidad. TEATRO: Hemos asistido á las representaciones líri-cas egecutadas por la compañia, cuya llega-da á esta tuvo lugar el 26 del pasado. Una aventura de Scaramuccia, Clara de Rosemberg y Puritanos y Caballeros, nos han dado á co-nocer á los cantantes, nuevos en este teatro, de cuyos conocimientos y buen gusto ha juz-gado el público con el acierto instintivo que le es peculiar. La señora Villó (doña Cristina) verificó su primera salida en los Puritanos, y al presen-tarse en la escena, fue saludada con un aplau-so general, á cuya afectuosa demostracion manifestó, en estremo conmovida, su gratitud á un público tan benévolo como justo. Su voz nos ha parecido como siempre angelical; y creemos que durante su ausencia de este tea-tro se ha perfeccionado en la parte mímica. Tenemos entendido que las señoras Mo-rales y Villó egecutarán la Norma en dos de estas prócsimas noches, representando alter-nativamente los papeles de Norma y Adalgisa. Lo esperamos con ansia é informaremos á nuestros suscritores del resultado de una fun-cion, en que estas dos célebres cantantes se es-merarán en complacer à un público de quien tantas demostraciones de aprecio tienen reci-bidas. Errata de erratas. En el número 26 del Guadalhorce pagina 218 columna 2.ª linea. 31 donde dice firmiun, lea-se firmium; y en la línea 33 donde se ha im-preso diax, léase Oiax. En el número. 27 pagina. 234, columna. 1.ª línea 24 donde dice ni, lease mi; y en la pagina. 225, columna. 1.ª línea 16 don-de dice autorida, lease autoridad. Director y Editor, A. J. Velasco. Màlaga: Imprenta. del Comercio.

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