CODEMA_19-PRE-EG-450 CODEMA 19-PRE-EG-450 Title CODEMA 19-PRE-EG-450 Text type Summary Número 12 de "El Guadalhorce" que incluye un artículo sobre las aguas de Carratraca, un poema, una meditación y fragmentos de las continuaciones de "Crónica: año de 1420" e "Historia de Málaga".
Repository Hemeroteca Digital. Biblioteca Nacional de España Typology Otros Date 1839/07/21 Place Málaga Province Málaga Country España Note Imágenes: https://hemerotecadigital.bne.es/hd/es/viewer?id=f412ebe9-e41b-45f2-9b2e-ce21a49107f8 Transcriptor Iván Muñoz Muñoz y Estrella García Muñoz
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El Guadalhorce .
PERIODICO SEMANAL DE LITERATURA Y ARTES .
TOMO 1.º DOMINGO 21 DE julio DE 1839 . NUMERO 20 .
Indice de este número . — Carratraca , Primer artículo . — Poesia.—Un árco de la Alcaza-
ba : Meditacion.—Crónica : Año de 1420 , continuacion.—Historia de : Málaga , conti -
nuacion .
REMITIDO .
CARRATRACA
El justo crédito y celebridad de las aguas
mínero-medicinales de Carratraca ha llevado
su nombre á remotos paises , y del caso pare-
ce hablar de ellas y de la poblacion á que dan
nombre , aunque con sujecion al objeto y es-
trechos límites de este periódico .
ARTICULO PRIMERO .
LIGERA HISTORIA DEL USO MEDICINAL DE LAS
AGUAS DE CARRATRACA .
Piérdese en la noche de los tiempos la no-
ticia del uso medicinal de estas aguas en las
épocas anteriores á las conquistas de los cris-
tianos , mas de inferir es por los restos de va-
rios monumentos descubiertos en diferentes es-
cabaciones hechas en su suelo que fueron conoci-
dos de los antiguos . La predilección y esmera-
do uso que gozaron las aguas minerales , espe-
cialmente en tiempo de los romanos , se ha tras-
mítido de generacion en generacion por el se-
llo infalible de las obras de aquella célebre
era , cuyos vestigios se descubren con frecuen-
cia al rededor de cada uno de los manantiales
de esta clase ; y hasta considerar que por mu-
chos siglos no se conoció otra medicina en Ro-
ma que los baños , para inferir el aprecio y
distincion que merecieron los de aguas mine-
rales .
Empero Roma , señora del universo , rica
y opulenta llevó á los baños el lujo y la gran-
deza de los orientales , y en las piscinas de már-
mol y de pórfido se buscaba la salud como los
goces sensuales . Viciadas asi las costumbres y
confundido el objeto medicinal de los baños , el
bienestar del pueblo reclamó del gobierno me-
didas represivas que atajasen la licencia , y
Adriano al fin dictándolas , separó de ellos los
demas objetos á que con escándalo estaban
destinados anteriormente ; desde esta época
principió á desarrollarse la aplicacion ordena-
da esta poderosa medicina , y apenas ecsis-
te un manantial mineral en cuyas cercanias no
se hallen fracmentos irrecusables que lo com-
prueben .
Como á unas 100 varas del manantial de
Carratraca , hácia su vertiente , y en el sitio
que ocupa en el día el edificio llamado la fon-
da , al abrirse sus cimientos fueron descubier-
tos cuatro baños de piedra bien labrada y de
construccion romana , los cuales no merecie-
ron , por desgracia , otro destino que el apro-
vechamiento de sus piezas en la nueva obra .
Esta incuria , este lamentable abandono pudie-
ra ser un argumento contra los que despre-
cian las riquezas subterráneas porque no con-
tienen la plata y oro .
Tan precioso hallazgo , el de algunos frag-
mentos de acueductos , de columnas , y de an-
foras encontrados igualmente , nos revelan co-
mo indudable el uso de las aguas de que tra-
tamos en la antigüedad y particularmente en
la dominacion romana . Despues , las irrupcio-
nes de los bándalos , los acaecimientos subsi-
guientes , y el imperio de la media luna alejan
todo dato seguro acerca del uso medicinal de
estas aguas , y hasta que en 1330 las huestes de
don Alonso el Onceno conquistaron la fuerte
villa de Teba de Ardales , y el estandarte del
cristianismo llegó á ondear en el puerto cono-
cido actualmente por de Málaga , á un cuarto
de legua al Nor . Oeste . de Carratraca , la historia
guarda un profundo silencio en la materia .
Concluidas , por esta parte , las conquistas
de don Alonso quedó este puerto sirviendo de
línea entre los campos de cristianos y sarrace-
nos , cuya procsimidad al sitio del manantial no
pudo permitir el aprovechamiento medicinal
de sus aguas , como pretenden algunos escrito -
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res , y fijándolo por los años de 1460 ; mas en
1485 , ó sea á los 155 años , las memorables
victorias de don Fernando y doña Isabel con-
siguieron adelantar sus conquistas á la villa de
Casarabonela , y que sus pendones , avanzando
por la parte del Sur . Este . hasta el mencionado puer-
to , arrojasen de todo este suelo la agarena jen-
te ; y desde esta época principia la conocida
historia del uso medicinal de estas aguas .
Conseguida pues por los años de 1500 la
conquista de toda la provincia , fueron repartidos
sus terrenos : la paz principió á dedicar bra-
zos á la agricultura y á ser hollados por los
pastores sus campos montuosos , entre los que
se comprendió el en que brota el manantial y
el de sus inmediaciones , llamándolos desde lue-
go pago de aguas hediondas , seguramente por
el olor que estas ecsalan .
Este singular instinto de los irracionales ,
esa preciosa piedra de toque de los arcanos de
la naturaleza , bien pronto hizo conocer al
hombre que aquellos animales atacados de
erupciones cutáneas , espontaneamente se di-
rijian y bañaban en la posa hecha por el mis-
mo brote del nacimiento ó en sus derrámenes ,
obteniendo una curacion perfecta , y como por
encanto varios hechos de esta clase llegaron
á inducirle igual aplicacion en padecimientos
de la misma índole , que aquejaban á indivi-
duos de la especie humana . De esta manera
principió á conocerse la accion antiepsorica
de estas aguas , aunque sin salir por entonces
su noticia del estrecho é ignorante círculo de
sus primeros observadores . La repetición de
estos hechos preconizó la virtud descubierta ,
tomó en ella parte la gente mas sensata , y se
multiplicaron los enfermos que acudieron á
impetrarla ; mas no hay noticia circunstan-
ciada de curacion alguna hasta por los años de
1658 , época en que se cuenta que un contra-
bandista atacado de un efecto elefantiaco y
desausiado por los facultativos , resolvió hacer
uso de estas aguas hasta perecer ó conseguir
su salud .
Ostinado en su propósito , se estableció á la
orilla del manantial , y usando las aguas á su
capricho , dícese que alcanzó su perfecta cura-
cion . Agradecido á la prodigiosa virtud de se-
mejante medicina hizo un pequeño corte per-
pendicular en la misma roca sobre el manan-
tial , corte que aun ecsiste , y en él colocó la efi-
gie de una virgen que tituló de la Salud , y des-
pues con el sobrante de las limosnas que ha-
bia pedido en los pueblos inmediatos y que su
miserable estado le habia facilitado con abun-
dancia , hizo construir una pequeña hermita
dedicada á la misma virgen ; cuyo pequeño edi -
ficio , ampliado hace algunos años , constituye
la iglesia actual , en la que con igual invocacion
se venera , como Patrona del pueblo , otra efi-
gie costeada en 1754 por el ilustrisimo se-
ñor obispo de Málaga don Juan Eulate y San-
ta Cruz .
Por todas partes resonó la curacion del
contrabandista , y fueron llamadas aguas di-
vinas , las que antes hediondas . A ellas apelaron
en seguida multitud de enfermos , sin otro dic-
tamen , sin otro dato , que su propia resolu-
cion , y sin que la medicina de aquellos tiem-
pos pudiese hacer otra cosa que observar los
maravillosos resultados obtenidos en afecciones
de distinta índole , sumamente rebeldes , y que
juzgaba casi incurables . La importancia que á
la sazon iba adquiriendo en las demas nacio-
nes cultas el ramo de aguas minerales , y el ce-
lo de algunos distinguidos profesores de aque-
lla época , despertaron una noble emulacion , é
hicieron que estos se dedicasen á observar aten-
tamente el influjo de una medicina , que llama-
ba la atencion pública por medio de las por-
tentosas curaciones que todos los dias efectua-
ba , apesar de su administraccion empirica . Mas
el estado en que entonces se hallaban las cien-
cias ausiliares de la medicina , y particularmen-
te la quimica , no permitió á aquellos decidi-
dos investigadores de las propiedades de las
aguas que nos ocupan , sacar todo el fruto que
fuera de desear .
Así pues , los escritos publicados sobre es-
tas aguas por los doctores Simon Montero , Gra-
nados , Garcia , Suarez , y Fernandez de Castro ,
que alcanzan al año de 1785 , carecen de los
importantes conocimientos de la quimica mo-
derna , notándose en ellos un inmenso vacio .
Sin embargo , contienen una serie de ob-
servaciones fisicas , y de casos practicos , que se
pueden considerar como los primeros cimien-
tos de la ciencia de aplicacion de estas aguas ,
que recomienda el mérito de sus autores .
Estos trabajos literarios por una parte , y
por otra la multitud de hechos que diariamente
confirmaban las virtudes ya conocidas , al pro-
pio tiempo que facilitaban el descubrimiento de
otras , llegó á dar tal celebridad á las aguas de
Carratraca , que su uso se consideró como uni-
versal , se envolvió en un ridiculo misterio , y
se sujetó al fatal imperio de preocupaciones
vulgares sumamente perniciosas ; mas apesar
de ello , cada dia conseguian nuevos triunfos
terapéuticos , y cada día el mismo interés de
los enfermos sensatos , y sus propias observa-
ciones , los impulsaban á seguir un método
mas racional , y una aplicacion esenta de los
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errores y de los sofismas que arrastraban al
vulgo .
En esta lucha se hallaban los intereses de
la humanidad , con las preocupaciones araiga-
das en el pais , á principio del presente siglo .
Con perjuicio del género humano , y con men-
gua de nuestra civilizacion , en aquella época ,
la aplicacion de estas aguas estaba encomen-
dada al impirismo y á la rutina , y conside-
rando sus admirables virtudes como un in-
sondable arcano , se creyó que bastaba única-
mente fiar á ellas la curacion de toda dolencia ,
sin cuidar de cual fuese el método análogo , ni
la respectiva aplicación .
Esta sola consideracion es bastante para
juzgar el mérito de una medicina que , aun
abandonada al capricho y á manos imperitas ,
consigue adquirir una bien merecida reputa-
cion , y para inferir cual pudiese ser en el día
ésta si , desde un principio , se hubiese culti-
vado científicamente su uso medicinal .
Los recientes y gigantescos adelantos de la
quimica moderna , y el impulso dado al estu-
dio de las aguas minerales , especialmente en
Francia , influyeron al fin en que se proyec-
tase sacar á las de España del estado de aban-
dono en que se encontraban , dedicándose al-
gunos facultativos á observarlas al pie de sus
manantiales ; pero á estos ensayos , á estos tra-
bajos , no podian entregarse constantemente
los profesores cuyos establecimientos reclama-
ran siempre una contínua permanencia en los
pueblos de su vecindad ; y he aqui por qué ,
apesar de haber llegado la época de grandes
adelantos en este ramo , se hallaba en una la-
mentable abyeccion , permaneciendo descuidado
el buen uso de todas las fuentes medicinales , inclu-
sa la de Carratraca , cuando el gobierno español ,
á imitacion del de Francia , creó en 1816 las pla-
zas de médicos directores de los mas célebres
manantiales de la península , para que éstos
cuidasen de la aplicación cientifica de una po-
derosa medicina que es susceptible , como to-
das las de esta clase , de producir efectos dia-
metralmente opuestos , y que pueden determi-
nar desde la salud hasta la muerte , segun el
método que ecsija el padecimiento y circuns-
tancias del individuo que se sujete á su influ-
jo . La creacion de estas plazas , este útil pen-
samiento , hará siempre honor á sus autores ,
por mas que no sea de este lugar , ocuparnos
mas estensamente de él ; bastará decir , que á
proporcion que se ha ido estableciendo la apli-
cacion , científica de las aguas de Carratraca ,
que se han ido combatiendo las preocupacio-
nes vulgares , y que se han ido asentando en
su lugar principios sanos , desnudos del influjo
de aquellas , ha ido prosperando el crédito de
este poderoso medicamento , y adquiriendo su
nombre una fama europea . A este crédito , á
esta fama , se debe la numerosa y Iucida con-
currencia que afluye á este establecimiento , y
á esta progresiva concurrencia es deudora la
poblacion , que lleva el mismo nombre , de su
ecsistencia y rápida prosperidad , como espon-
dremos en otro artículo .
Eduardo Henares .
¿ Pasó ya el tiempo para mi suave
de paz y de ventura y de sosiego ?
¿ En mi marchito corazon no cabe
ni la esperanza ya ?
¿ No hay quien atienda al dolorido ruego
de este mi triste corazon cansado ?
¿ De pasion y deseos apurado
por mi desdicha tan temprano está ?
Rompiéronse ¡ ay de mí ! los blandos rudos
que en tiempo mas feliz le daban lecho ,
los cariñosos labios están mudos
que le hablaban amor .
¿ No hay ya placer para el doliente pecho ?
¿ No hay un placer que su ámbito dilate ,
que su red de recuerdos desbarate ,
y en ella presa deje alguna flor ?
¿ Es verdad que no le hay ? serán en vano
del corazon las fuerzas consumidas ,
sin luchar tan siquiera destruidas ,
muertas cuando empezaban á vivir ?
Y ese profundo impenetrable arcano
que ha de rejir los venideros dias ,
horas traeránme de placer vacias ,
llenas solo de tiempo en que morir ,
Entonces ¡ ay ! la inútil ecsistencia
al viento entrego y vuélvome á la nada :
préstame , ó pena , la fatal creencia
que te vuelve inmortal .
Y al verte yo sin fin y entronizada
en la tierra y el mar y en el espacio ,
si el mundo todo es tu fatal palacio ,
yo de sus puertas romperé el quicial .
Afuera ! afuera , debiles cadenas !
mi voluntad quebrantará los lazos
tambien formados con mezquinas penas
hijas malditas de ese monstruo rey .
Que si ahora me sujetan , á pedazos
caerán rompidos , cuando el alma mia
á pedazos tambien rompa la impia
prision que la dá ley .
Miguel de los Santos Alvarez .
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UN ARCO DE LA ALCAZABA .
MEDITACION .
Juventud ! Soplo breve y fugaz que
meces por un momento la flor de la ecsis-
tencia ; esa flor que bien pronto marchita ,
deshojada , ofrece al bramante cierzo débi-
les aristas en que cebar su furia ! ... cuando
te ví aparecer rodeada de brillantes soles ,
lozana cual la primavera , me pareciste el
emblema de la eternidad : te juzgué sin fin ,
porque eras un reflejo puro y radiante de
la luz celestial . Pasaste , empero , como un
sueño de amor ; y tu huella apenas gravada
en la carrera de la vida solo dejó en pos de
si un recuerdo y ... ruinas ! ! ! - Ruinas , sí , que
como caducos representantes de lo que fue
ostentan en sus carcomidas fases el paso tran-
sitorio de las generaciones y hablan al cora-
zon con el lenguage severo de los siglos —
porque la voz que retumba en el seno de las
ruinas es la voz de la verdad !
El filósofo que contempla los restos
venerables de un antiguo edificio al través
de aquel grave respeto que le inspira pare-
ce como que pretende arrancar de sus der-
ruidos vestigios el secreto de lo pasado .
Este involuntario instinto le detiene en
medio de esos arcos árabes , frios monumen-
tos un dia de la necia vanidad de los hom-
bres , pero que revestidos ya con el barniz
de los siglos han adquirido todo el presti-
gio de la antigüedad . Ellos fueron testigos
de las víctorias que alcanzaron los africa-
nos gomeres : ellos los vieron desaparecer
para siempre ante el denuedo de los guer-
reros de la fe : pasaron ante ellos como rá-
fagas brillantes los sueños de tantos hé-
roes , y ante ellos tambien doblaron los mas
altivos su orgullosa frente : empero , mudos
espectadores de tantos cuadros de gloria y
de dolor , osaron solamente revelarlos á las
edades venideras . — Aprended , hombres , en
ellos la historia de lo pasado ; allí encontra-
reis tambien escrita la del porvenir — por-
que la voz que retumba en el seno de las
ruinas es la voz de la verdad !
J. M. Bremon .
CRONICA . — AÑO DE 1420 .
Continuacion .
IV .
Todo se trocó en palacio . Los cargos
que antes egercian los partidarios del de
Luna fueron confiados á los del infante don
Enrique . No considerando este seguro al
Rey en Tordesillas , hizo que se trasladase
la corte á Segovia como punto mas fuerte
y capaz para resistir los esfuerzos á que se
aprestaban los del contrario bando para re-
poner las cosas al estado en que estaban an-
tes de la caida del favorito . El Rey siem-
pre indeciso y débil parecia conformarse
con todo , y en lo que únicamente manifes-
tó con firmeza su voluntad fue en conser-
var á su lado á don Alvaro de Luna : tal
era el cariño que ya le profesaba . No se
atrevió á oponerse don Enrique por no des-
agradar al Rey , y porque confiaba en que
pronto se le ofrecería ocasion para desha-
cerse de su persona , asi por una considera-
cion inoportuna , malogró el écsito de una
empresa tan diestra como felizmente comen-
zada .
Don Alvaro permanecia en palacio sin
influencia en los negocios públicos , pero
haciendo una guerra sorda y cruel á don
Enrique . Aspiraba este á la mano de la in-
fanta doña Catalina , hermana del Rey , y
esperaba que ahuyentados los enemigos que
contrariaban en la corte este enlace , se ve-
rificaria sin dilacion . Don Juan II pres-
tó gustoso su consentimiento , y aun esti-
muló á su hermana para que no dejase esca-
par el brillante partido que con su mano
el infante le ofrecia . Mas por una singula-
ridad inconcebible lo reusaba esta abier-
tamente . A todos admiraba su resistencia ,
porque don Enrique , á mas de su estirpe
real , era el caballero mas gentil , mas arro-
gante y mas poderoso de la corte de Cas-
tilla , y quiza de España entera . Temera-
rio en las batallas , donoso y diestro en los
torneos , amable y galan en los saraos ; nun-
ca hubo lanza que resistiese el empuje de
su lanza , ni dama que no se pagase de su
apostura y jentileza . Despechado con la
indiferencia de su hermosa prima , redobla-
ba sus obsequios para amansar la fiereza de
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su corazon , y ponia en juego toda la refina-
da galanteria de aquella época tan ensalza-
da por sus justas , sus empresas amorosas ,
sus discretas damas y sus galanes caballe-
ros . Pero en vano la obligaba con toda cla-
se de atenciones : en vano sostenia la fama de
su hermosura en los torneos contra los mas
famosos adalides , ó humillaba con brazo
poderoso al bravo toro de jarama bajo el
mirador de su señora . Siempre vencedor
en el palenque , á ella sola ofrecia los tro-
feos que ganaba á sus contrarios , y enton-
ces era cuando un rayo de esperanza bri-
llaba en su angustiado pecho ; pero tan bre-
ve y pasagero como la luz de un relámpa-
go : entonces era cuando su ingrata dama ,
al recibir aquellos despojos de su valor , al
mirar á su amante arrodillado á sus pies
esperando recibir de su mano el premio de
su triunfo , una turbacion indefinible cubria
su semblante , y una mirada espresiva , in-
voluntaria y llena de ternura se fijaba en
los ojos del enamorado caballero ; pero
aquella mirada que espresaba todo el fue-
go de un corazon apasionado , solo servia
para aumentar su martirio : era la gota de
agua siempre prócsima á la sedienta boca de
Tantalo ; un momento despues el rostro de
doña Catalina recobraba con mayor seve-
ridad su aire mesurado y gravedoso . Asi se
aumentaba la mortal incertidumbre del in-
fante ; la corte murmuraba de la misterio-
sa indiferiencia ; el Rey se impacientaba con
su hermana y las damas de esta compade-
cian al amante desgraciado envidiando la
suerte que despreciaba su señora .
V.
Todo era obra de don Alvaro de Luna .
Penetrado del prestigio que conservaba so-
bre su jóven monarca á pesar de los esfuer-
zos con que sus enemigos procuraban des-
graciarlo , presentia su vuelta al poder y la
preparaba con lentitud y destreza . Consi-
deraba como un obstáculo á la realizacion
de sus planes el enlace proyectado , porque
necesariamente debia estrechar los víncu-
los de amistad y parentezco que ya ligaban
con el Rey á don Enrique : por eso lo
combatia con el mayor empeño . Habil cor-
tesano y conocedor del caracter de la in-
fanta , facilmente presumió que en él mis-
mo se encerraba el único medio de defensa :
solo faltaba el desenvolverlo con maña , y
para lograrlo recurrió á su amiga Mari
Barba . Era esta una dueña astuta y cor-
tesana amaestrada por muchos años de es-
periencia en las intrigas de palacio : ha-
bia cuidado de la infanta desde su mas tier-
na edad , y conocia su corazon como el su-
yo propio ; asi lo gobernaba á su alvedrio .
Don Alvaro supo atraerla á su partido con
dádivas generosas y efertas [ sic ] que deslumbra-
ron su ambicion : sugirióla la idea de ha-
cer aborrecible al infante en el corazon de
la inocente jóven , y la dueña desempeñó
su odioso encargo diestramente . Al efec-
to hizo creer á su señora que don En-
rique habia pretendido con loca presuncion
apoderarse de su mano tan solo por miras
ambiciosas y de una manera tan poco galan-
te y comedida que llevaba visos de fuerza
y desacato . Asi esplicaba Mari Barba el
escandaloso suceso de Tordesillas , y la vio-
lencia con que fue conducido el rey á Se-
govia entre numeroso tropel de gente ar-
mada bajo el pretesto de guardarlo á las
acechanzas de sus contrarios . Igual suerte
sufrió entónces la jóven infanta , y de aquí
deducia la maliciosa dueña mil artificiosas
razones para hacer mas clara y degradante
la ofensa que habia recibido . Bastaba ade-
mas para que doña Catalina diese crédito
á semejantes imposturas el escucharlas de la
boca de Mari Barba : educada bajo su cui-
dado , amaba á su aya con entrañable afec-
to , y seguia ciegamente sus consejos co-
mo si fueran de una madre . Asi , aquel su-
puesto insulto que en aquellos tiempos hu-
biera indignado á cualquiera honrada mu-
ger del pueblo , hirió profundamente el ór-
gullo de una infanta de Castilla . Resenti-
do su pecho altivo y generoso con la con-
ducta descortes del caballero , se propuso
castigar con el mas alto desprecio su loca
presuncion ; pero su misma dignidad le pro-
hibia que se manifestase públicamente agra-
viada , y reprimiendo los impetus de su eno-
jo solo dejaba ver una impenetrable indife-
rencia cuya causa nadie podía adivinar . Los
sentimientos de su corazon desmentian sin
embargo los recelos de su orgullo , porque
la conducta del infante era una continua
protesta contra las acusaciones de Mari
Barba , y esta lucha de afectos tan encon-
trados consumia lentamente su ecsitencia ,
Cuando las apasionadas relaciones de su
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aya ecsaltaban su imaginacion abultando es-
traordinariamente la ofensa recibida , enton-
ces todo el orgullo de una dama noble y
castellana , toda la dignidad de una hija de
Enrique III despertaban en su pecho las
iras de un honor altamente supersticioso y
ofendido . Pero cuando cansada de comba-
tir sus secretos sentimientos se rendia á
las tiernas inspiraciones de su corazon , cuan-
do entregada á una meditacion vaga y pro-
funda se embriagaba con la memoria de don
Enrique , entonces la muger sensible , ino-
cente y débil vencia á la señora altiva , preo-
cupada y fuerte : olvidada de sí misma , es-
clava de su pobre corazon , se cebaba en las
ilusiones de un amor tanto mas violento é
irresistible cuanto mas comprimido fermen-
taba : ya no habia poder que contuviese la
libertad de sus pensamientos ; acariciaba en
su mente la memoria de su amado y recor-
daba con ternura sus respetuosos obsequios ,
su fina galanteria y sus demostraciones de
amor : entonces toda aquella herizada forta-
leza de enojos y de resentimientos , de agra-
vios y de venganzas en que custodiaba su
honor , se desvanecia al influjo de sus amo-
rosos recuerdos : como la vaporosa niebla de
la cascada á los primeros rayos del sol . Com -
batida asi la infeliz doncella por el amor y
el deber se doblegaba á sus cacontrados im-
pulsos como la flor azotada por los remoli-
nos del viento . Su decaimiento llegó á tal
estremo , y tan visibles eran ya los estragos
que hacian en ella sus pesares que todos en
palacio se alarmaron por su vida . En vano se
apuraban los recursos que ofrecia la esplen-
dorosa corte de don Juan II para divertirla
de su profunda tristeza : en vez de aliviarla
la agravaban sin saberlo . Sobresaliendo siem-
pre don Enrigue por su galanura en los fes-
tines y en las justas por su brio , y siendo la
infanta en todas partes el blanco de sus aten-
ciones y la dama de sus empresas , eran estas
ocasiones nuevo y poderoso cebo á la amo-
rosa hoguera en que su pecho se abrazaba .
En vano consultaban sobre la causa de su
dolencia á los mas hábiles doctores ; ¿ de qué
sirve la ciencia cuando adoleze el corazon ?
buscaban en su cuerpo la causa de su mal
cuando solo estaba en su alma , en el alma
que se burla cuando enferma de todo el sa-
ber humano . — Apagábase en tanto su ecsis-
tencia como la luz de una lámpara moribun -
da ; ya no brillaba su hermosura con la lo-
zania de su alegre y florida juventud ; las
rosas de su semblante estaban marchitas ,
descoloridos los claveles de sus labios y em-
pañados los lirios de su frente ; sus ojos tris-
tes y apagados espresaban el abatimiento de
su alma , y en hondos suspiros se ecsalaba
el fuego abrasador que encerraba su pecho .
El sueño tranquilo de la felicidad huyó de
sus ojos y un deliquio agitado y febril la
atormentaba en el lecho con fantásticas vi-
siones . Fatigada una noche mas que nunca
por el delirio de su mente salió acompañada
de su aya Mari Barba á respirar un aire
fresco en los jardines . Era la noche hermo-
sa y serena ; desde un cielo purisimo refleja-
ba la luna su pálida luz sobre la superficie
de los estanques ; la naturaleza reposaba en
una calma profunda y los álamos columpia-
ban apenas su pomposa cabellera ; solo se oia
el murmullo de las fuentes y el canto de al-
gun ruiseñor que velaba enamorado en la
espesura . La hermosa Catalina sintió en-
sancharse su oprimido corazon al aspecto
de esta escena encantadora ; las fantás-
ticas imagenes que bullian en su cabeza
iban desapareciendo al paso que la húmeda
brisa de la noche refrescaba sus sienes ardo-
rosas ; y una dulce y vaga melancolia siguió
al delirio de su mente . Vestida con una tu-
nica de blanco y finisimo sendal , cuelta en
rizos la hermoso cabellera por su cuello de
alabastro , paseaba silenciosa por el parque
clavados siempre sus ojos en la luna con una
mirada tan espresiva y celestial , que parecia
la imagen de la esperanza pidiendo la espli-
cación de su destino al porvenir .
La dueña aunque bastante inquieta por
el estado de su señora , estaba muy lejos de
pensar que fuese la causa don Enrique : se-
gura de su afecto , no imaginaba que su pe-
cho podria reservar ningun secreto para ella ,
y penetrada ademas de la firmeza de su ca-
rácter pundoroso y altivo , la creia realmen-
te indignada con el enamorado caballero . Y
no se engañaba enteramente , porque doña
Catalina fanatizada con los ecsajerados prin-
cipios que la inculcaba su aya condenaba
como un crímen su pasion y estaba resuelta
á ocultar á todo el mundo una debilidad que
creia indigna de su carácter y aun á sofocarla
aunque fuese á costa de su vida . Pensaba
entretanto Mari Barba que aquella tristeza
159
no tanto alarmaba á todos era únicamente
efecto de su edad ; de aquella edad en que
saliendo de la infancia el corazon entra en
el mundo lleno de fuego , rodeado de ilusio-
nes , y en la que se impacienta y desespera
cuando no encuentra prontamente aquel
ser ideal que se forjó en su fantasia y que
ama desde luego con vehemencia , porque á
esa edad no se puede ecsistir sin amor . So-
lo esperaba , pues , que aquella pasion sin ob-
jeto de que la creia poseida se fijase en al-
guno de los caballeros y príncipes que la
solicitaban , para que desapareciese el aba-
timiento y languidez en que yacia . Impa-
ciente por conocer el estado de su corazon
aventuró algunas preguntas aprovechándose
de la tranquilidad que en aquel momento
disfrutaba . — Siempre triste , mi pobre se-
ñora , siempre triste ... . y un suspiro fue su
única respuesta—la dueña continuó,== ¿ es
posible que una señora como vos , tan jóven ,
tan hermosa , hermana de un rey de Cas-
tilla , pretendida por tan ilustres caballeros ,
amada de todo el mundo , se consuma en una
tristeza quizá infundada , cuando debiera
juzgarse y ser la persona mas feliz dela tier-
ra ? . . — Y doña Catalina , inclinada la cabe-
za sobre el pecho , deshojaba entretanto una
rosa que tenia entre sus manos , y decia con
acento trémulo y fatídico== mira , Mari Bar-
ba , esta rosa era hace un momento la rei-
na del jardin ... . No comprendió la dueña
todo el sentido que la infanta quiso dar á
estas palabras , é iba ya á continuar su in-
terrogatorio , cuando el armonioso preludio
de un laud distrajo inesperadamente su aten-
cion . Era una mano diestra la que pulsaba
sus cuerdas , arrancando sonidos lentos , me-
lancólicos y profundos como los suspiros de
un corazon que se lamenta : despues de al-
gunos instantes de melodiosa incertidumbre ,
en los que el desconocido trobador busca-
ba un tono que estuviese en armonia con las
cuerdas de su corazon , dió al aire con voz
sonora y conmovida estas sentidas endechas ;
Cual sueño vano
que huyó fugaz ,
asi te he visto
felicidad !
Velada siempre
con tu cendal ;
siempre ocultando
tu realidad .
Mas ya me niegas
con crueldad
hasta el consuelo
de aquel soñar :
que en vano digo
con triste afan
¡ ay , Catalina ,
piedad , piedad !
Cesó el canto con un prolongado suspi-
ro , y doña Catalina á quien aquella voz ha-
bia conmovido profundamente permanecia
aun fija en su ademan de celestial arroba-
miento ; la respiracion casi suspendida , cla-
vados los ojos en el punto de donde salia
la voz , y el alma agolpada toda á los oidos .
Mari Barba estaba absorta al contemplar
su éstasis , y como fascinada por su espre-
sion solemne y elevada , no se atrevió á in-
terrumpir el silencio en que todo habia
quedado . Quizá resonaban todavia en el
alma de la entusiasmada jóven los últimos
acentos de aquella voz misteriosa que de
tal modo la habia conmovido , cuando volvió
á escucharse de nuevo el sonido del laud ,
y á inundarse su semblante de una espre-
sion de felicidad y de celestial ventura que
lo asemejaba á un ángel del cielo : toda sus-
pensa y estasiada oyó á la misma voz que
continuaba dulcemente la empezada troba
mucho te pagas
de tu beldad ;
mucho , señora ,
te pagas ya .
Sangre de reyes
¡ ay ! ves brotar
del pecho mio
sin te ablandar .
Mas no es la causa
tu vanidad ;
éslo tu pecho
de pedernal ;
que ni esperanza
de amor me das
cuando te digo
piedad , piedad ! ( 1 )
— Sí , sí , yo te adoro ... . .
— ¡ Ama á don Enrique ! ! todo se ha perdido ! -
dijo la dueña recibiendo en sus brazos á doña
Catalina desmayada .
( Continuará )
( 1 ) El autor de este artículo debe esta cancioncita
al talento de su amigo don J. Bremon .
160
HISTORIA DE MALAGA .
CONTINUACION .
Don Hurtado de Mendoza combatió al si-
guiente día la entrada que habia practicable
en el muro del arrabal de Zamarrilla , ganan-
do la torre inmediata . Algunos de sus escude-
ros y peones se introdujeron por las calles que
vieron prócsimas ; pero detenidos por los mo-
ros , tuvieron que retroceder con alguna pér-
dida al portillo que habian ganado . Ufano el
enemigo , redobla sus ataques á la torre , que
iba á ser abandonada si aquel bizarro capitan
se hubiera detenido en reforzarla .
Estas primeras ventajas no parecian sufi-
cientes para asegurar el écsito , porque las de-
fensas principales estaban todavia intactas , la
guarnicion sin deterioro y con la misma sere-
nidad que su soberbio caudillo . Acostumbra-
dos los gomeres á los efectos de la artilleria ,
reparaban inmediatamente las brechas , cons-
truyendo nuevos parapetos como diestros ve-
teranos . Impacientes los cristianos , y picados
en su orgullo por la facilidad de otras con-
quistas , no les era posible tolerar la prolon-
gacion del sitio . Temian faltasen las subsisten-
cias , cuya conducion por tierra era escesiva-
mente penosa , y por medio de la escuadra es-
taba sujeta á la inconstancia del tiempo . Agre-
gábase á esto la alarma que habia producido
en todos cierta epidemia que se habia manifes-
tado en los pueblos inmediatos , originando el
que muchos abandonasen los reales y se vol-
viesen á sus casas . Aquellos que la codicia es-
timulaba , y no el deseo de la gloria , dudando
de la conquista , desertaron vilmente al ene-
migo ponderando la escasez del ejército y la
falta de municiones .
Los moros se reanimaron con la ecsagera-
cion de estas noticias , y hacian súbitas salidas ,
fortificando con zanjas y empalizadas las par-
tes débiles de sus muros ; pero nada se ocul-
taba á la sagacidad de Fernando : ya tenia es-
crito á la Reina que se trasladase al campo
para desmentir estos rumores y las vanas es-
peranzas que habia formado el enemigo .
Era una tarde bonancible cuando apareció
Isabel precedida de equipages , de correos y de
brillantes guerreros . Los fuegos se suspendie-
ros , [ sic ] los soldados se abrazaron , ondeaban los
estandartes : y en la dilatada línea sonó un viva
prolongado . Las murallas de la plaza , las tor-
res mas elevados , se llenaron de curiosos , y
hasta el mismo Hamet el Zegri , deponiendo
sus rencores , clavó sus ojos de lince sobre la
tienda del Rey . Venia Isabel en una mula cas -
taña , sentada sobre una silla de andas con guar-
niciones de plata sobredorada . Por las ancas
del bruto caian gualdrapas de terciopelo car-
mesí con ricos bordados de oro : las falsas rien-
das y la cabeza eran de seda de raso entre-
talladas con letras y con bordaduras del mis-
mo metal precioso . Vestia un brial de tercio-
pelo y una saya de brocado : traia un manto
de escarlata recamado á la morisca , y un som-
brerito negro guarnecido de brocado al rede-
dor de la copa y sobre la vuelta del ala .
La dignidad de su persona , la frescura de
su edad ( 1 ) , la gracia de su espresion , la ma-
gestad de su semblante y el prestigio de su
nombre , no pueden encarecerse . La sencillez
de su apostura indicaban su modestia ( 2 ) . El
conjunto de sus facciones hacian un todo ama-
bilísimo : rostro ovalado y hermoso , color
blanco y rubio , ojos entre azul y verde , mi-
rar gracioso y honesto , estatura mediana , con-
tinente reposado , voz suave , lengua espedita ,
ingenio agudo , honestidad cual pocas , el co-
razon cual ninguna ( 3 ) .
Continuará .
( 1 ) Tenia 36 años cuando vino al sitio de Málaga .
( 2 ) Prócsima á terminar su vida , reusaba todavia
esta modesta soberana mostrar su delicado pie al pre-
lado que la ungia , no tolerando su pudor recibir el
Sacramento sino con el pie encubierto .
( 3 ) Manuscrito de un criado de Isabel , continua -
do por el obispo de Palencia , y que poseyó don Fray .
Enrique Flores : véanse las memorias de las reinas ca -
tolicas de este autor , tomo 2.º página 788 .
Errata del número 19
En el fólio 148 en la primera columna de-
jó de ponerse , al armar el periódico , despues
de la línea 46 lo siguiente :
Mas si la madre que en mi edad primera
enjugó con sus besos mi llorar
busca mi tumba , bórrala : no quiera
el cielo que yo aumente su penar .
AVISO .
Con este númeto concluye el quinto mes
del Guadalhorce . Se advierte á los señores sus-
critores que se les seguirá remitiendo el pe-
riódico hasta que avisen en la oficina ó al re-
partidor que no gustan continuar la suscricion .
EDITOR , J. DE MEDINA .
IMPRENTA DEL COMERCIO .
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